sábado. 27.04.2024

Locos, genios, egoístas patológicos, extravagantes y asociados

Si este tipo de enfermos, como cualquier enfermo en general, deben ser atendidos con humanidad, naturaleza y el respeto inherente y propio de todo ser humano, la familia también ha de ser atendida, y la pareja

Veo amanecer, lluvia de cristal

En una conversación, una amiga reflexiona que “detrás de las rimbombantes patologías –trastorno bipolar, esquizofrenia, TOC, distimia y un largo etcétera-, hay personas que nunca nos han contado cómo viven día a día con ello, y tampoco sus padres, hermanos y ¡cómo no! sus parejas. Cómo padecen unos y otros el sinvivir de estas personas peculiares, brillantes e inteligentes en ocasiones, y muchas veces demoledoras, absorbentes y manipuladoras”.

Algunos ejemplos de películas como ‘El aviador’, ‘Una mente maravillosa’, ‘Las horas’, ‘Mejor… imposible’ nos edulcoran y fascinan con unas realidades no tan deslumbrantes, como el caso de ‘Una mente maravillosa’, en que el protagonista John Forbes Nash Jr. (n. 1928), Premio Nobel de Economía en 1994, era un egocéntrico.

Genios, sí, hay muchos más. Músicos, pintores, poetas, cineastas, políticos, ex presidentes de gobierno -alguno, compatriota nuestro- y, por supuesto, gente corriente

Tiene un hijo (1953) -que no reconocerá hasta al menos después de tres años- con Eleanor Stier. Se le detecta una esquizofrenia paranoide al año de casarse (1957) con una alumna suya, Alicia López-Harrison de Lardé, enfermedad que le perseguirá durante tres décadas.  Con esta salvadoreña tiene un hijo que desarrollará la misma enfermedad. Su divorcio necesario será en 1963, después de una vida dedicada a su marido y a sus excentricidades, aunque después de siete años su esposa le acepta de nuevo en casa. No son enfermedades fáciles ni pacientes fáciles quienes las sufren y quienes las soportan. Enfermedades que, como una lapa, como un sinapismo, conviven y matan al enfermo y a su entorno.

Por otra parte, la película ‘Mejor… imposible’ nos plantea una comedia, más que el drama de Melvin Udall, el protagonista, que padece un trastorno obsesivo-compulsivo. Y, como en el final de Candilejas, los espectadores todo a lo largo de la película sonríen y ríen las extravagancias del protagonista -músico y escritor-, pasando por alto la tortura y martirio que padece, pues se da cuenta perfectamente y en cada momento de su situación ridícula y anormal sin poder eludir sus manías y obsesiones. Ríen hasta el final de la película, pensando en lo buen actor que es, cuando lo realmente trágico es que se está muriendo en el escenario… Toda su vida ha sido una actuación necesaria y muchas veces inconsciente.

Virginia Wolf (n. 1882), se quita la vida en el río Ouse, a los 59 años de edad, después de sufrir un grave trastorno bipolar, y hacer sufrir a marido y amigos, de una manera total e involuntaria. Novelista, ensayista y escritora británica de cuentos, fue -del grupo de Bloomsbury- una señalada e importante representante del modernismo intelectual y literario en el siglo XX. Su madre inesperadamente fallece con lo que Virginia sufre la primera depresión en su vida a sus trece años.

La segunda hija de su madre, Stella, fruto de su primer matrimonio, también muere dos años después a los veintiocho años. Había sido, una vez desaparecida su madre, quien había dirigido el hogar familiar. Y la muerte por cáncer de su padre (1904) le va a desatar una irrupción preocupante, siendo brevemente ingresada.

Con enfermedades mentales, hay un larguísimo rosario de celebrities, y la historia nos alumbra con reyes, jefes de Estado e incluso hombres de ciencia

En cuanto al acaudalado ingeniero autodidacta, productor, empresario y el doble de facetas expuestas, Howard Hughes, sus innumerables amantes y amigos callaron y silenciaron sus licencias, sus megalomanías. Su TOC le hizo, en gran parte un ser excesivamente excéntrico, con un comportamiento comúnmente perturbado y enajenado, resultando sus dispendios y derroches inverosímiles, para desaliento y aflicción de sus tesoreros. Aún así, era sincero. Decía lo que muchos siguen haciendo, sin atreverse a decirlo por, asimismo, su cinismo:

-Puedo comprar a todos los hombres del mundo. O,

-Todo el mundo tiene su precio.

En el mundo de la política, el estadista británico Winston Churchill (1874-1965) dirigió el Reino Unido en la 2ª Guerra Mundial. Oficial en el Ejército Británico, escritor, único Primer Ministro Británico distinguido con el Premio Nobel de Literatura, uno entre los sobresalientes jefes en época de guerra, Primer Ministro del Reino Unido (1940-1945 y 1951-1955), admirable gobernante y disertador, escritor, pintor… Dotado de una gran intuición, también resultaba altamente insoportable.

Pero en las líneas que nos ocupan, es significativo su carácter claramente bipolar que le hacía soportar repetidos desequilibrios de desánimo, postración y tristeza que él llamaba el perro negro. Es natural y apropiado sentir que esta famosa personalidad se encontrase asistiendo en esos períodos al síndrome de fatiga crónica que psiquiatras apuntan con la crisis depresiva, inclinación corriente en W. Churchill, y que acarreaba en sus caracteres hereditarios.

Genios, sí, hay muchos más. Músicos, pintores, poetas, cineastas, políticos, ex presidentes de gobierno -alguno, compatriota nuestro- y, por supuesto, gente corriente. A los que brillaron, ¿les ayudó su trastorno? ¿Y los condenados a medicarse? ¿Y su genio?, ¿ahogado? ¿Están condenados al ostracismo de su inteligencia?

Con enfermedades mentales, hay un larguísimo rosario de celebrities, y la historia nos alumbra con reyes, jefes de Estado e incluso hombres de ciencia. ¿Cómo ha sido y es su vida?, ¿qué sintieron y sienten?, ¿merece y ha merecido la pena? En la vida de provincias, en donde las cosas se ven, se notan y no hay escapatoria, ¿dónde se pueden meter estas personas y sus familias en esos ambientes tan opresivos?, ¿cuándo cuidas?, ¿cuándo oprimes?, ¿cuándo te inmolas innecesariamente?… Y muchas más preguntas, muchas de ellas sin respuesta.

La evolución de la enfermedad cerebral, psíquica y neuronal reconoce variados y complejos componentes, el ambiente, la realidad afectiva, y el trabajo habitual, las obligaciones, el cada día. Por ello, siempre ha de procurarse restituir hasta donde sea posible las expectativas más coherentes de las personas con las imágenes que guían a cada ser humano: todo con el objetivo final de no verse nunca fuera de su entorno social. Tampoco nunca sobreviviría en cualquier grupo fingido o ficticio. (Centro de La Boère, fundado en 1974 por Lucien Engelmajer, Yan-Rapho).

Son muchos los interrogantes, pocas las respuestas, mucho el sufrimiento y mucha, mucha la soledad. Si este tipo de enfermos, como cualquier enfermo en general, deben ser atendidos con humanidad, naturaleza y el respeto inherente y propio de todo ser humano, la familia también ha de ser atendida, y la pareja. Ambas están solo convidadas a ver lo terrible de esa ruina. Los a veces largos episodios de desamparo e incomunicación hacen desfallecer cualquier vuelta a la diosa Felicidad, porque ¿cuánta bondad y paciencia son necesarias tener para vislumbrar alguna luz en un camino apagado? No es nada fácil y sí muy complicada la convivencia y la vida junto con estos genios, extravagantes y egoístas.

La protagonista de Family Life sigue olvidada y desorientada mientras que los otros o un motivo salvador cualquiera están al pairo. Cualquier viso de coherencia capital y fundamental para sostener y mantener la imagen y el más pequeño detalle de intencionalidad que les asegure algo por pequeño que sea, y la propia comunicación, se ha quebrado. Kennett Loach, el director, culpabiliza de este nudo de víboras a la misma familia. Sin embargo, hay muchos factores más que desaguan y confluyen en la debilidad, en la decadencia, en la depresión. (Escena de Family Life, K. Loach, en ‘La Nef’).

Locos, genios, egoístas patológicos, extravagantes y asociados
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