sábado. 27.04.2024

Memorias del joven Flaubert

El joven Gustave ataca en la primera parte del libro todas las apariencias, formulismos y afectaciones sociales de las primeras décadas del siglo XIX que le rodeaban

Fui al colegio a partir de los diez años y pronto contraje una profunda aversión por los hombres. La sociedad de los niños es tan cruel con sus víctimas  como la otra pequeña sociedad, la de los hombres.

La misma injusticia de la multitud, la misma tiranía de los prejuicios  y de la fuerza, el mismo egoísmo, se diga lo que se diga  sobre el desinterés  y la fidelidad de la juventud. ¡Juventud!, edad de locura y de sueños, de poesía y de estupidez, sinónimos  en la boca de las personas que juzgan el mundo de un modo sano. Me estropearon allí todos  mis gustos: en mi clase, por mis ideas; en los recreos, por mi tendencia al estado salvaje y solitario. Ya entonces estaba loco.

Viví, por tanto solo y aburrido, incordiado por mis maestros y burlado por mis compañeros. Tenía un carácter bromista e independiente, y mi mordaz y cínica ironía no era más generosa con el capricho de uno solo que con el despotismo de todos.

Aún me veo, sentado en un banco de la clase, absorbido en mis sueños de futuro, pensando en las  cosas más sublimes que puede contener la imaginación de un niño, mientras el pedagogo se reía de mis versos latinos y mis compañeros me miraban  con risas burlonas. ¡Los muy imbéciles!, ¡ellos, reírse de mí!, ¡ellos tan débiles, tan vulgares, con el cerebro tan estrecho; de mí, que tenía una mente que se ahogaba dentro de los límites de la creación, que me perdía por todos los mundos de la poesía, que me sentía más grande que todos ellos, que sentía gozos infinitos y que tenía éxtasis celestiales ante todas las revelaciones íntimas de mi alma!

¡De mí, que me sentía grande como el mundo, al que uno solo de mis pensamientos, de haber sido de fuego como la pólvora, habría podido reducir a polvo!, ¡pobre loco!

Gustave Flaubert: Memorias de un loco

No estaba precisamente loco Gustave Flaubert (1821-1880, Francia), cuando al escribir este triste relato de su juventud a los diecisiete años quiso resarcirse del mal trago que sufrió desde los diez años. Hoy, se hubiese llamado simplemente hostigamiento y acoso por parte de sus compañeros y de sus profesores. Hoy podríamos decir que fue una venganza por parte de nuestro querido literato.

Memorias de un loco es una autobiografía a través de las confesiones de un chico artista de diecisiete años, enfermo de locura, con un ímpetu y vehemencia contumaces. Sin embargo, como la otra cara de su moneda, el propio libro comprende también la narración Un corazón sencillo, el cual parece estar diciendo todo. El protagonista, él, en primera persona, enajenado por el arte y la refulgencia y la gloria de esos años confusos y animado por el vigor de la edad, finalmente va relatando con aparentes desviaciones el curso de su pensamiento. Así se pueden distinguir los enfrentamientos internos, profundos y espirituales, las preguntas sin respuesta, el pánico y las aprensiones y fijaciones de un joven bastante diferente a la mayoría de sus coetáneos.

Si se le pudiese señalar a Memorias de un loco como un epítome de la extensa obra de Flaubert tampoco sería descabellado: rebeldía, crítica y sinrazón de la sociedad burguesa

El joven Gustave ataca en la primera parte del libro todas las apariencias, formulismos y afectaciones sociales de las primeras décadas del siglo XIX que le rodeaban, de tal manera y valor que publicó sus consideraciones primeramente en fascículos. La imaginación enormemente fluida que posee le hace puntualizar y definir lo que es y ha sido hasta la fecha la vida, su vida, consiguiendo una  escalonada indiferencia que tiene la objetividad del escritor. Gustave se zambulle en su atmósfera fantástica y quimérica que le servirá como válvula de seguridad para descargar sus angustias, posiblemente por su trabajo desorbitado y fatigante, y necesariamente para originar algo diferente a lo consuetudinario.

El joven Flaubert se concentra después en los mares infernales que tantea el protagonista, al cual, molesto y repleto de su existencia, se abre a proponer una hilera de interpelaciones, fundamentalmente sobre la sociedad dividida en clases de aquella época. Aún más, confunde su esencia, lo que le identifica, y considera solo las realidades amables de la vida, las mujeres atractivas y agraciadas, la ostentación, el efectivo, la pasta, el patrimonio..., todo ello dentro de un universo imaginado, edificado por su inventiva y agudeza naturales. Pura ironía y sarcasmo.

Hemos intentado trasladar los comienzos de este escritor francés, que ya dejaban traslucir lo que sería más tarde. Casi veinte años después, es publicada Madame Bovary, ejemplo, junto con Ana Karenina, de Leon Tolstói -aún más tardía que esta-, de conocimiento de la mujer y defensor de ella.

Si se le pudiese señalar a Memorias de un loco como un epítome de la extensa obra de Flaubert tampoco sería descabellado: rebeldía, crítica y sinrazón de la sociedad burguesa, preguntándose si con la Revolución Francesa solo se consiguió el auge de la burquesía en Francia. "No lean, como hacen los niños, para divertirse o, como los ambiciosos, para instruirse. No, lean para vivir” G.F.

Memorias del joven Flaubert
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