domingo. 28.04.2024

Religión y laicismo. Enrique Diego-Madrazo y Azcona (y III)

Para esa nueva religión, no quiere hallar un nuevo Dios, ni tampoco derribar ni lanzarse contra el que ya existe; solo defiende que cada cosa esté en su sitio

SOBERANÍA TEMPORAL FRENTE A SOBERANÍA ESPIRITUAL

En 1930, Diego-Madrazo va a pensar en la inmediatez de una “nueva religión” que ha de ser estimada con urgencia, quizás jaleada por alguno de los signos de aquel tiempo como, por ejemplo, el positivismo científico que se vivía en España, en un plano general; en uno más particular, el mundo del movimiento eugenista, y teniendo presentes los límites históricos del fin de Alfonso XIII.

Una religión más natural, simple y franca -según el pensador- que la católica; más cercana y humilde y, sobre todo, más científica:

Entre las dos oligarquías [Iglesia/Monarquía] (...) se han disputado, para mayor dolor, en el último siglo [XIX] la administración de la finca, promoviéndonos dos guerras civiles de una porción de años cada una; dos guerras con las que no han podido matarnos, y que nos dan razón suficiente, si otras no tuviésemos, para demostrar que somos una raza joven, una raza inmortal (¿El pueblo español ha muerto?, 49).

En la segunda mitad del siglo XIX no ha dejado de contemplar, como espectador orteguiano, el carácter y personalidad del pueblo español,

... y por lo que de ella he visto y tocado, más por lo que nuestros padres nos han dicho y escrito de la otra mitad, puedo juzgar de cuanto ha soportado nuestra raza en el conjunto de dicho siglo (Ibidem, 49).

Diego-Madrazo sostiene que el valor religioso no significaba ningún retraso ni era un freno que ningunease nada

Diego-Madrazo sabe lo que “ha soportado” la educación, los derroteros que ha seguido la cultura, la nefasta preparación que ha tenido la juventud en ese tiempo, y que detrás de ello siempre ha estado inquisitorialmente la Iglesia. Así nos comenta, por ejemplo, la aversión de la gente al teatro cuando comienza el siglo XX:

El hecho es que, por virtud de esta labor frailuna é inmoral, las muchedumbres se retraen de ir al teatro, y los muchachos, á quienes Dios empuja tras las muchachas, se enderezan á la Iglesia para adorarle en la suprema encarnación de la compañera (El fin de una raza, 1913, 88).

Por el contrario, se le antoja que es previo

A fuerza de armonía (...) ablandar los corazones y hacerlos heroicos y piadosos, á la manera que el asiduo machacar del martillo dulcifica, reblandece y da forma á la tenacidad del hierro (Ibidem, 88-89).

Para esa nueva religión, no quiere hallar un nuevo Dios, ni tampoco derribar ni lanzarse contra el que ya existe; solo defiende que cada cosa esté en su sitio, principalmente en la escuela:

Porque eso [secuestrar librepensamientos] y no otra cosa se pretende con la imposición religiosa en un período de formación mental, en el que los sentimientos decantan en la conciencia (Pedagogía y Eugenesia, 1932, 98).

Asimismo, tampoco quiere originar -está lejos de su concepción- una Iglesia fundada en graduaciones y mandatarios, con atribuciones y representantes de mera presidencia, sin función práctica, toda vez que, en cuanto a su ciencia eugenésica,

La religión cristiana, en su empeño de abominar de los órganos sexuales y maldecir sus alegrías, ha logrado que miremos con asco su imperiosas solicitud y callemos sus tentaciones, como si en realidad fuera pecado el cumplimiento de la ley más hermosa de la Naturaleza (Pequeñeces, 1913, 1).

Y cuando sigue analizando lo acontecido con la herencia recibida en cada subdivisión cristiana, protestante y católica, ulteriormente al divorcio en la forma de concebir cada una la religión, Diego-Madrazo descubre que los pueblos anglosajones se han incorporado

... primero que nosotros en un ambiente de libertad y de progreso, en gracia al germen de independencia que llevaba su alma desde la separación de Roma. Al desatar los vínculos religiosos que la tenían ligada al despotismo del papado, se inicia un movimiento hacia delante en aquella sociedad, y con paso regular, pero constante, igual, sin saltos ni entorpecimientos, sin revoluciones, va serena por su camino (¿El pueblo español ha muerto?, 1903, 137).

El anticlericalismo del pensador es genuino. Como hombre religioso, conoce los fundamentos y la misión de la Iglesia

Ante aquella sociedad, Diego-Madrazo sostiene que el valor religioso no significaba ningún retraso ni era un freno que ningunease nada,

... éste [espíritu religioso] no se mete en la política, como no sea para seguir defendiendo su independencia; no se inmiscuye en ninguna de las atribuciones del Estado; á ningún poder civil trata de menoscabar, no aspira á mandar, ni menos á gobernar y mucho menos á poseer bienes, se limita á propagar sus sentimientos cristianos, que juzga indispensables para la buena marcha de las sociedades humanas (Ibidem, 137).

Para interpretar la sinrazón de la religión católica y su organización, el pensador no ha dudado en hacer tal paráfrasis y apela a que

La otra sociedad religiosa cristiana está, como hemos dicho, con su organización papal, con su curia romana, con su gran unidad de acción, con su inmenso poder, con su horror al libre examen, con su despotismo, con sus malicias organizadas, sometidas por sagrados compromisos, bajo palabra de juramento (Ibidem, 137-138).

En su escuela laica no puede tener cabida la enseñanza de ninguna religión y menos cualquiera atentatoria a una educación para la paz:

España ha sido víctima de un fanatismo religioso que ha movido guerras civiles en casa y en el extranjero en virtud de su brutal intolerancia. Bien que la conciencia del hombre sea independiente y escoja la religión que sea más de su gusto; pero no cabe subordinar espiritualmente la infancia a la obediencia de unas leyes que, lejos de ser las del Estado, son las de una institución religiosa imperativa y rebelde (Pedagogía y Eugenesia, 1932, 98).

Pero además de no imaginar ni comprender su teoría pedagógica nada que pudiere y pudiera presentar o mostrar carácter exigente y amedrentador, serán los hechos y las pruebas experimentales en Diego-Madrazo los que “evidentes e indiscutibles” van de tal manera a persuadir tan pronto como se meten e incorporan por los sentidos, como el mismo concepto de moralidad:

No, no; la escuela laica es una medida de higiene espiritual que debe prevenir los conflictos morales entre ciudadanos (Ibidem, 98).

Históricamente, según D. Enrique, el cristianismo viene a colmar

... el vacío que sentía el espíritu de aquel pueblo [bárbaro], y de ella es de donde toma su savia la civilización gótica, y su historia es la historia de los concilios de la Iglesia, y la cultura de las sociedades de entonces se halla impregnada del sentimiento religioso, y las costumbres nacionales y los códigos civiles toman el sello que les imprime la Iglesia con su carácter imperativo (El pueblo español ha muerto?, 1903, 16).

Diego-Madrazo nunca critica individualidades, personas concretas de la Iglesia -matiz que tampoco entendió nunca esta-:

En este momento repito de nuevo lo dicho anteriormente, refiriéndome al distinto valor moral que observamos en el espíritu colectivo de los organismos del Estado, con relación al que particularmente encierra los individuos de que consta la agrupación, y como el altruismo de los componentes se transforma en el egoísmo del conjunto (Ibidem, 140).

El anticlericalismo del pensador es genuino. Como hombre religioso, conoce los fundamentos y la misión de la Iglesia, que no es otra que la de propagar el mensaje de Jesús y la palabra de Dios, anunciar el Evangelio; pero no es así, en cambio:

La Iglesia, rompiendo el círculo de propaganda espiritual que le marcaron Jesucristo y los Apóstoles, ensanchó su esfera de acción y extendió su influencia al gobierno civil de las sociedades, tratando de imponer á los pueblos un sistema de gobernación en consonancia con sus miras egoístas y terrenas (Ibidem, 138).

Ataca el individualismo de la institución eclesial en particular y el de las religiones en general

No obstante, el escritor pasiego enseña, haciéndolo presente de una forma característica en sus obras, la advertencia de que Dios es afectuoso, toda vez que «D. Enrique creía que el Supremo Ser debería ser conceptuado a la manera de un anciano firme y sonriente, que goza con el goce de sus nietos viéndoles disfrutar de todo aquello que para ellos creó» (Oria Martínez-Conde, 1985, 38). Diego-Madrazo no ve otra posibilidad de que sea de otro modo, se atiene a los hechos fenomenológicos del espíritu y de la persona y contrasta las diferentes sociedades a lo largo de la Historia para labrar su pensamiento de la forma lírica en que está haciéndolo:

Nos sobran dolores con los desastres a que nos ha conducido la intransigencia religiosa. (...) Y ay de quien no crea en lo que yo creo!

Claro es que en esta farsa tiránica no es todo pura abstracción moral (...), sino intereses materiales que en su mayor parte vienen a incrustarse en los espirituales y que las iglesias de las respectivas religiones se benefician en obsequio propio (Pedagogía y Eugenesia, 1932, 98).

De tal forma es así que está firmemente convencido este pensador en que la renovación ha de comenzarse desde la escuela:

Dejando a un lado el sentido materialista de la vida, dispuesto a insinuarse por el más leve resquicio, defendamos a la infancia contra los asaltos a su desprevenida conciencia (Ibidem, 99).

No es posible, sin embargo, desmentir ni rehusar las extraordinarias

... virtudes que atesoran los individuos que constituyen la jerarquía de la Iglesia católica, ni el altísimo deber cristiano en que se inspira la conducta de la mayoría de sacerdotes, así en las altas como en las bajas esferas del clero, llevando su abnegación y amor al prójimo hasta la más humilde pobreza; no puedo desconocer los diarios ejemplos de moralidad ni bondad cariñosa para con sus semejantes: (¿El pueblo español ha muerto?, 1903, 140-141).

Por tanto, no es baladí volver a reiterar a dónde se dirigen las críticas, cuál es el motivo de estas. Ataca el individualismo de la institución eclesial en particular y el de las religiones en general; por eso, la educación de Diego-Madrazo tiene algo que decir:

Este egoísmo objetivo cae, en realidad, fuera del terreno neutral de la doctrina laica; pero la historia de los pueblos tiene que detestar la frecuente impureza de las doctrinas religiosas (Pedagogía y Eugenesia, 1932, 98-99).

Porque, por otra parte,

Las teorías de las religiones se enderezan a los intereses del cielo y no a los de la tierra (Ibidem, 99).

Por eso, así como es dulce cuando habla de los miembros de la Iglesia cuya delegación en ella tiene el valor de la negación de uno mismo, del sufrimiento por los demás y de la amabilidad y desprendimiento, es terriblemente duro con la cabeza que manda:

Yo afirmo que la inmensa mayoría de la milicia romana, lo mismo la regular que la secular, es limpia de corazón, cree trabajar con fe por el ideal cristiano; su masa, de mirada poco profunda y analítica, muy superficial, no ve más que el gran detalle, los primeros y más groseros términos del cuadro, pasándoles desapercibido la lejanía, el espíritu que le alienta en todas sus partes (¿El pueblo español ha muerto, 1903, 141).

Religión y laicismo. Enrique Diego-Madrazo y Azcona (y III)
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