domingo. 28.04.2024

Ser y existir del personaje en 'Niebla', de Miguel de Unamuno

La autonomía del personaje en Unamuno no es un simple medio técnico que da al mundo de la novela consistencia y forma de cosa real, sino modo de declararse libre, y afirmar su personalidad

Según Víctor Goti, el amigo más próximo de Augusto Pérez, el protagonista de Niebla, la ficción y la realidad están dentro de la propia esfera vital. A su vez, debemos negar la novela como tal, debido a los cambios en la teoría del conocimiento. Si en un tiempo el naturalismo y el realismo pierden fuerza, cuando en su tiempo habían sido el modelo en la novela por excelencia. Los novelistas ya no se interesaban por aprehender el exterior envolvente de los personajes; todo lo contrario, desearon encaminarse hacia los huecos de cada individuo, de cada personaje, de esa persona que se estaba encontrando en la demanda y en la busca de sus correspondientes certezas y que denodadamente quería poner a prueba y concebir su verdad. Estamos hablando del modernismo.

El amor y el dolor son los que crean al personaje, y el creador literario, como el Creador, asiste desde lejos a esa pugna

Miguel de Unamuno mide sobremanera las palabras significantes dentro de la ficción. Uno de tantos ejemplos de ello es la humanidad de don Avito Carrascal en Amor y pedagogía (1902), un filósofo que está seguro de poder transmutar a un niño cualquiera en otro con una capacidad intelectual extraordinaria para hacer o crear objetos flamantes y excepcionales, sobreponiendo los axiomas modernos... Lo cual, para el que esto escribe, no hay en ello escándalo alguno. No sé si amor; pero pedagogía, ninguna.

Como Pirandello, Unamuno enfrenta al autor y al personaje, cosa que sucede también en Cervantes y en La lozana andaluza (1528), de Francisco Delicado. La autonomía del personaje en Unamuno no es un simple medio técnico que da al mundo de la novela consistencia y forma de cosa real, sino modo de declararse libre, y afirmar su personalidad. Cada personaje tiene algo de Unamuno, por ejemplo Víctor Goti. Y no es el único caso. Cada escritor deja algo de sí en cada personaje, porque es él quien los ha creado. Y cómo no, cada personaje parece hablar por su autor.

Augusto Pérez, en Niebla (1914) -quizás la historia -la novela-, que escribe Unamuno más considerable, más esencial y más interesante de toda su obra, por sus pasos contados irá emergiendo de las brumas en que se debate y formándose por sí mismo y por la fuerza de las circunstancias. Recordamos que Unamuno jugó con el título de su novela (=nivola -Víctor Goti-); nivolesco-novelesco. El ente ficticio -según ocurre en la vida-, a medida que existe, va teniendo un ser, su esencia; sus actos lo constituyen, y la suma de ellos lo convierte en quien es, no menos vivo y real que quien lo creó. Incluso, el autor puede acabar siendo llevado por los personajes que cree conducir él. Ese es el mecanismo de la novela del vasco. Es autobiográfica, como las demás novelas suyas. Sus protagonistas son los antagonistas del escritor, sus 'otros-yo'. También, como en sus demás novelas, nos encontramos con un excedente de idealización, buscando desvelar la clave recóndita y reflexiva de la identidad natural del individuo. Mucho más que desplegar un derroche de factores estéticos u ornamentales, Unamuno lo que investigaba era conturbar a sus leyentes.

El amor y el dolor son los que crean al personaje, y el creador literario, como el Creador, asiste desde lejos a esa pugna, a esa 'agonía', sin intervenir en ella. Cómo se sucede  toda la gestación:

"Surgió dentro de mí un pobre ente de ficción, un puro personaje de novela, un homúnculo que pedía vida", Augusto Pérez

Para Schopenhauer se trata de un ser humano posible, un ser futuro, que resuelve que dos apasionados amadores se arrebaten el uno para el otro. Así es potente y debemos articular la vida nebulosa que lleva Augusto Pérez, sus circunstancias aparentemente impredecibles y azarosas, y sus acciones, con la teoría del conocimiento de Schopenhauer acerca del carácter del ser humano, de la Voluntad y del querer. Esto nos dejará o capacitará para conciliar -o aturullar- la libertad frente al determinismo o la realidad frente a la ficción, reincidiendo en la paradoja o en el disparate, si es útil, para apuntar que posiblemente el mundo de Augusto, como nuestras propias actuaciones y conductas, no sea más que el uso momentáneo verdaderamente de un inacabable e irrenunciable aspiración y empeño.

En todo esto, está sugerido también el dilema cardinal de la génesis estética como ventura o destino.

Al final, escribir un personaje siempre es testarlo para que proceda según sus costumbres y su propio genio, desembarazándose del consejo extraño. Es el autor quien ha de saber escuchar para poder transmitir lo escuchado, en su interior y en lo que puedan indirectamente transmitirle. Porque, al final, nadie escribe solo.

La vida también es niebla

El ser-para-la-muerte de Unamuno nos acompaña impostergablemente hasta la exasperación; en muchos casos, una de la que se desconoce, siendo una más de las conformaciones del  vivir afligido y exasperado, enfocadas por Søren Kierkegaard.

Niebla es la nivola de la contradicción existencial, del ser humano descuidado y olvidado en la esfera de la angustia de una existencia sin finalidad, de la vida sin finalidad.

Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto, la niebla. La vida es una nebulosa.

Miguel de Unamuno, Niebla (nivola)

Augusto Pérez cuando, al inicio de la novela, se encuentra en la calzada con Eugenia, su invención, su invento, aunque ni la ve, solo la está existiendo alojándola en la interioridad de su corazón. Vaga reconcentrado, con la niebla adentro; y afuera, rodeándolo y embalsándolo simultáneamente... la niebla.

Ser y existir del personaje en 'Niebla', de Miguel de Unamuno
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