sábado. 27.04.2024

Si no tengo amor, no soy nada. Y si tampoco hay humor, mejor que no exista tampoco nada

Hasta hace poco no se podía concebir que los niños tuviesen depresión. Si concebimos que los niños tienen alteraciones y desarreglos del comportamiento, es precisamente porque es algo condicional y condicionante ese enmascaramiento de cualquier depresión.

Qué júbilo y placer nos

trae una expresión así apacible

y tranquila. Cuánto placer de

espíritu. Es la hilaridad.

Los trastornos en el humor

Todas estas expresiones, de ahora en adelante, si somos capaces de ponernos al nivel del niño, sin mirarlos desde nuestra estatura, convendremos que tienen su origen en el niño. Por ejemplo, hasta hace poco no se podía concebir que los niños tuviesen depresión. Si concebimos que los niños tienen alteraciones y desarreglos del comportamiento, es precisamente porque es algo condicional y condicionante ese enmascaramiento de cualquier depresión.

        Además del entorno familiar, qué profesional de la educación no ha observado al menos alguna vez incluso esa perdurabilidad que va agravándose y haciéndose duramente estática. Los motivos de ese estar frecuentemente el niño en una nube tratan de trastornos como reacción frente a un estado muy complicado para responsabilizarse de él. Cómo digerir la pérdida de los amigos fieles desde siempre, el mal cuerpo desde que se levanta, el desencanto, la situación total de trastorno y atolladero afectivos, con los consiguientes recelos que le hacen huir inmediatamente tanto alienándose de todo lo que pasa a su alrededor como físicamente, no asistiendo a clase, las continuas fricciones por sus padres, su injusto aislamiento. Y, en definitiva, su nivel de autoestima decrece exponencialmente, sintiéndose ineptos y torpes, insuficientes, se piensan repugnantes ante los demás, insuficientemente espabilados o despejados y sin un ápice de tener un amigo y ser aceptados, creciendo con esa seguridad.      

        Hay depresiones que ni siquiera son traslúcidas por la familia al manifestarse solo por rendimiento escolar en descenso libre. Su diario interior, quizás su medio más condicional y entrañable, manifestará su enorme angustia y aniquilación. Hace tiempo leí que la patogenia de estos males y padecimientos esencialmente no daba ninguna luz sobre sus causas y su desarrollo. Y es que nunca nos puede dar alguna luz. Lo trágico de todo esto es que no es difícil estar atentos a este clamor y dolor, aunque acaso más fácil sea el juego del avestruz. Por otra parte, el negacionismo en los propios colegios y centros educadores ha conseguido la peor ayuda.

Sin humor, mejor que no exista nada

¿En qué lugar del camino se nos perdió el humor y la vida, esa buena disposición que nos invita a hacer algo? ¿Quién nos dijo y en dónde aprendimos que no es de buena educación tener hilaridad o ser hilarante, cuando  la hilaridad es una expresión plácida y serena, un estilo tranquilo de la satisfacción del espíritu? Creo que fue desde que los humanos se convirtieron en una pareja alfa, bien macho, bien hembra, y dictaban qué estaba bien o mal. Aunque esos jefes y superiores también podrían sonreír, a duras penas, su risa era sardónica, sin alegría interior. La risa se puede utilizar como protesta y  desacuerdo, pero también como maridaje frente a lo que no es de nuestro agrado. Siempre ha habido y habrá resortes y recursos para reírse de los poderes, cuando no puede haber otro medio. En el siglo XIV no podía ser de otra manera. Y aún seguimos.

        Reconozcamos en el siguiente párrafo lo que trato de decir:

 “Suelen las personas vulgares, complacerse de sus defectos”.

El nombre de la rosa (1980), Umberto Eco

Este alegato a la trivialidad aparente y acaso simpleza cuando utilizamos el humor contra nosotros mismos no le falta cierta curiosidad. Porque reírse de uno mismo es patético si no lo sabes hacer, y estaremos perdiendo muchas batallas, muchos amigos.

        Y, cómo no, Aristóteles, padre de nuestra filosofía occidental junto con Platón, nos dice acerca de la risa y de la ironía:

 “A propósito del ridículo y dado que parece tener alguna utilidad en los debates y que conviene –como decía Gorgias, que en esto hablaba rectamente– "echar a perder la seriedad de los adversarios por medio de la risa y su risa por medio de la seriedad", se han estudiado ya en la Poética cuántas son sus especies, de las cuales unas son ajustadas al hombre libre y otras no, de modo que de ellas podrá tomar (el orador) las que, a su vez, se le ajusten mejor a él. La ironía es más propia de un hombre libre que la chocarrería, porque el irónico busca reírse él mismo y el chocarrero que se rían los demás”.

Retórica (s. IV a. C.), Aristóteles  

                   

Si no tengo amor, no soy nada. Y si tampoco hay humor, mejor que no exista tampoco nada
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