domingo. 28.04.2024

Gasto público, fondos, justicia, Uber: la UE saturada con España

La actual tarjeta de presentación de España ante el resto de socios europeos está plagada de pleitos interpuestos ante la justicia de la Unión, por tantas y tantas decisiones disparatadas aquí tomadas. Y lo digo así porque se adoptan a sabiendas de que no casan con el sentir, valores, normas y reglas de actuación europeas, lo que al poco va a suponer que serán anuladas. Ahora son las licencias de Uber o Cabify de Barcelona, ayer la rebaja de la malversación y la sedición, y mañana serán los nuevos nombramientos en la Fiscalía General del Estado, con el voto en contra de sus fiscales componentes. Tenemos a Bruselas un tanto saturada.

¿Los ciudadanos belgas, alemanes o franceses se enteran de lo que pasa en el resto de países de la Unión Europea? De saberlo, ¿les preocupa y, más allá, enoja? Depende. Sí, depende de que les afecte directamente alguna decisión que se tome en Grecia, Italia o España, y casi siempre tiene que ver con el dinero, cómo se recauda, gasta o dilapida. 

Nuestro país da hoy la nota por diversidad de motivos, solo que a la cabeza está una deuda pública que supera los 1,5 billones de euros, que nos sitúa como el decimosexto país del mundo más endeudado. Entre los grandes con un gran cañón a sus espaladas están Japón, Grecia, Italia, Estados Unidos o Portugal. Aunque nosotros nos asemejamos más a Sudán, Eritrea, Cabo Verde, Surinam, Barbados, Singapur, Mozambique o Bután.

“El reparto arbitrario y opaco de ayudas entre los diferentes sectores productivos es motivo de crítica de la Comisión y el Parlamento Europeo”

Por motivos del Covid y consiguiente desaceleración de toda la economía, la Comisión Europea dio acceso a España a unos generosos fondos de recuperación que rondan los 140.000 millones. El reparto, por arbitrario y opaco, de estas ayudas entre los diferentes sectores productivos es motivo de una gran controversia dentro y fuera del territorio nacional, con lo cual estamos ante un aspecto que sí está bajo la lupa y también la crítica de las principales instituciones del ámbito europeo, como pueden ser la Comisión y el Parlamento Europeo. Hablamos de utilizar bien el dinero que es de todos los europeos, y para ello sean perceptibles los proyectos en los que se emplea ese ingente capital, algo que tampoco podemos mostrar cristalinamente al resto de socios europeos. 

La atención que presten los medios de comunicación de Bruselas, Berlín o París y por ende sus ciudadanos, no es óbice para constatar que España no ha estado nunca en el primer nivel de las naciones europeas más poderosas, y ello es porque aquí se toman decisiones políticas y económicas que en este periodo concreto de nuestra historia son denunciadas permanentemente ante los órganos de decisión europeos, por considerarse que incumplen el sentir y los valores de la Unión o, directamente, la legislación vigente. 

El muy reciente nombramiento de fiscal de Memoria Democrática va a seguir de inmediato este camino de pleito planteado ante Europa. Antes han sido los fondos y lo mal que se utilizan, la rebaja de las penas por malversación de caudales públicos, lo mismo de la sedición, la renovación de los órganos de justicia dentro del Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Y, ahora, la justicia europea declara ilegal el límite de las licencias VTC (Uber y Cabify), impuesta por la aún alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. 

No ofrecemos buena imagen como país. No damos sensación de consistencia. Ni tampoco nos queremos poner al nivel democrático de lo que exige esa pole de salida dentro del selecto club europeo. Si es verdad que el futuro de la UE está en crisis, en una encrucijada, deberíamos cuidar y velar con especial mimo por todo lo que hemos construido a día de hoy. Pero la España actual no lo hace. Actuamos con voracidad, pero, lo peor, como yendo por libres a la hora de tomar decisiones que tienen mucho más que ver con lo que se hace en determinados países iberoamericanos, pero no en el viejo continente. Los ingleses, cuando estaban dentro de la UE, siempre nos criticaban en exceso. En concreto, sus periódicos. Tras el Brexit lo siguen haciendo. ¿Es que nos tienen manía? Pudiera ser. Pero los británicos se dejan mucho dinero en España, no solo proveniente del turismo sino de inversiones directas, y dentro del Reino Unido, sus ciudadanos con posesiones en España, están muy preocupados con el libertinaje que aplicamos aquí a la ocupación ilegal de viviendas (okupas), que a lo que se ve también afecta a ciudadanos de otros países. 

Somos nosotros mismos, con políticas del todo irresponsables, los que nos disparamos al pie. Generamos temor a las compañías extranjeras que piensan en España (este tipo de inversión se ha desplomado en el primer trimestre de este año), pero también desconcertamos a las empresas propias, que sienten que no son queridas ni apoyadas.

“Los británicos se dejan mucho dinero, del turismo, de inversiones, y sus ciudadanos están muy preocupados con la ocupación ilegal de viviendas”

Desde el propio Gobierno, no se puede criticar lo mejor que tenemos. Y el abanico de disparates va desde el turismo, a la ganadería, con la carne, la agricultura, con las fresas, o a recibir a dirigentes extranjeros con la mayor pompa para que nos critiquen abiertamente, mientras les concedemos honores y cenas de gala. Sí, abiertamente creo que puedo decir que estamos en boca de demasiados ciudadanos molestos. Desde luego, los propios, los españoles, ya se han hecho eco de todo esto que expongo hoy, de ahí el descontento mayúsculo expresado en las urnas. Pero fuera, igualmente se va extendiendo la idea de que España es un país con tendencia a la cacicada, a estar en la polémica y el punto de mira. Las formas se cuidan realmente casi nada. Al igual que la separación de poderes, con respeto a todas las instituciones, su funcionamiento e independencia. Por eso no se dejan de denunciar decisiones de apariencia y contenido injustos ante el resto de Europa. De esta guisa nos presentamos para ocupar en los próximos meses la presidencia rotatoria de la Unión Europea. España, Spain, Spanien, Espagne, Spanje. Todas son la misma. 
 

Gasto público, fondos, justicia, Uber: la UE saturada con España
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