viernes. 26.04.2024

Todo se eterniza

Los proyectos, especialmente los referidos a las comunicaciones, crear espacios para empresas o el acceso a la vivienda mediante planes urbanísticos, tardan en cuajar lo suyo en Cantabria. Es algo que nos sitúa en una posición  precaria, porque no se puede tardar veinte años en construir una autovía o asistir a un escenario en el que hay tren de alta velocidad en casi toda España, menos aquí. A casi nadie le gustan las tardanzas, especialmente a los jóvenes en busca de su primer empleo dentro de la tierra que les vio nacer.

Desde que ensillas hasta que montas… te encuentras con La Remonta. Queda bien además la frasecilla adaptada a este antiguo centro caballar del Ejército Español, porque llevamos esperando años para que lugar tan estratégico de Santander (donde en su día se opinó incluso favorablemente para levantar el nuevo Hospital Valdecilla), sirva para las utilidades urbanísticas que se pensaron hace todo este tiempo. Ya no me cabe la menor duda: el principal problema de Cantabria es que el reloj corre y los proyectos no se consuman. Ya nos lo avisó Seneca cuando filosofó sobre el valor del tiempo. Le decía a un tal Lucilio:  “Créeme, resérvate para ti mismo, y el tiempo que hasta hoy te han estado tomando, te han estado robando o que te ha huido, recógelo y aprovéchalo”.

Todo tarda una eternidad en Cantabria, y me duele mucho decirlo. Ahora estamos repidiendo el AVE, ¡que llevamos toda la razón!, pero es que anteriormente, las pocas autovías hacia el exterior que tenemos, tardaron veinte o treinta años en construirse. Tiene mérito anunciar algo aquí, especialmente como no dependa de nosotros mismos, y tengamos que estar a expensas de presupuestos que superan lo regional para entrar en los ámbitos de la financiación estatal o de grandes empresas que se corresponsabilizan de poner una primera piedra de un gran proyecto en esta bendita tierra. ¡Para qué voy a dar nombres si usted ya me entiende!

No es menos verdad que nuestra memoria es olvidadiza, contamos con tan excesiva paciencia que no es buena, hinchados como estamos de una conformidad contrapuesta totalmente a la reivindicación en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad que merecen de nuestra atención permanente. Es muy cántabro también ensalzar la forma de ser de catalanes y vascos, como grandes defensores que son de lo suyo y de los suyos. Como en la vida casi todo está inventado, digo yo que no sería tan difícil copiar comportamientos que han dado sus buenos frutos en otras comunidades autónomas españolas. Sólo hay que ver lo bien que se viaje en  AVE por Andalucía, Cataluña, Galicia o Castilla y León.

Les aseguro que no pretendo centrarme en el tren de alta velocidad, pero es el ejemplo más socorrido que encuentro para abordar olvidos, diferencias y discriminaciones. Nuestros jaques (como en el ajedrez) son La Remonta, Valdecilla, el Puerto de Santander, la reindustrialización de Torrelavega y su comarca, las empresas que no vienen, para luego llevarnos las manos a la cabeza porque los chavales veinteañeros hacen la maleta y se marchan a Inglaterra, Alemania o Argentina. Nadie defiende tanto y mejor un paraje como el que lo habita. La Remonta es toda una belleza dentro de una ciudad que es además capital de Cantabria. La Remonta (“Las Remontas”) es también la ilusión que hay depositada por parte de muchas personas que aspiran a tener piso propio y vivir pegados a un parque donde jueguen los niños de la casa. Puede que en este lugar haya también quienes tengan planes de abrir una tienda de barrio. Cuando los proyectos se retrasan tanto, las ambiciones personales se congelan. Lo mismo da que da lo mismo hablar de industria, de cultura, del desarrollo de una nueva arquitectura urbana, o que rodemos por autovía hasta las misma entrada de Asturias. Algunos nos hemos hecho mayores oyendo desde siempre las mismas cantinelas. Creo que voy a hacer caso a Séneca, y recuperar, a partir de ahora, mi propio tiempo.

Todo se eterniza
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