domingo. 28.04.2024

¡Pacto necesario!

Este 25 de noviembre, vuelve a ser muy doloroso reflexionar sobre la violencia de género. Es doloroso, porque nos enfrenta a un problema que no logramos erradicar y que provoca un sufrimiento inmenso a demasiadas familias. Y lo es además por la tortura que supone escuchar ciertas posturas, no digamos asistir a los métodos y pronunciamientos de aquellos que, amparados en sus pequeñas cuotas de poder, parecen empeñados en quebrar los avances que poco a poco vamos consiguiendo.

Cuando hablamos de violencia machista, las cifras no son sólo números. Son nombres propios, son personas más o menos desconocidas, casi siempre mujeres con hijos e hijas que comparten su sufrimiento. No nos dejemos engañar por las falacias, ni hagamos de ellas un discurso aceptado. No neguemos a las víctimas, cuando lo que tenemos que hacer como miembros de una sociedad democrática avanzada es ayudarlas para que dejen de sufrir.

No podemos aceptar, ni normalizar la postura de los negacionistas, que tanto elevan sus voces en nuestro entorno últimamente

No podemos aceptar, ni normalizar la postura de los negacionistas, que tanto elevan sus voces en nuestro entorno últimamente. Afortunadamente son pocos, pero ruidosos en su defensa de la afrenta que supone negar a la víctima y abandonarla en su desamparo. Personas inocentes sometidas por el machismo más salvaje, que es el que se transforma en agresión para dañar con su crueldad a un ser humano.

El machismo tiene, por desgracia, muchas caras: la cara del asesino, la del violador, el abusador, el acosador, el maltratador... Y qué decir del amparador, que se muestra imperturbable ante el dolor ajeno, hasta el punto de pisotearlo con la negación y el olvido.

En estos días estamos asistiendo además a una nueva cara de la violencia machista, la que utiliza a mujeres, niñas y niños inmersos en los conflictos geopolíticos que asolan nuestro mundo. Un sufrimiento añadido en medio de conflictos bélicos impulsados desde la trastienda por los poderes económicos y avalados por algunos gobiernos.

La realidad nos lleva a dudar y a veces nos hace preguntarnos si no estaremos viviendo en una sociedad inversa, sin valores y sin principios. Pero por más que a veces lo parezca, somos muchos los que nos resistimos a conformarnos y vemos en los pequeños gestos la prueba de que la humanidad persiste. Vemos que, por grandes que sean las afrentas y el sufrimiento, aún impera la bondad.

Por eso, por más que haya irresponsables que se empeñan en sembrar odio y sumarlo al sedante del miedo en la conciencia ciudadana, no lograrán su propósito. Y así lo demuestra esa inmensa mayoría de hombres que, lejos de sentirse ofendidos por el feminismo, están con todas nosotras, caminan a nuestro lado por las calles y alzan su voz, junto a las nuestras, en defensa de la convivencia pacífica, de la convivencia sin violencia, igualitaria y equitativa para hombres y mujeres.

No podemos ignorar, ni justificar el daño que sufren tantas víctimas

En esas calles ha estado, está y estará el Partido Regionalista de Cantabria. Aquí estamos sus cargos públicos, los orgánicos y hasta el último de los militantes trabajando para que se mantengan las políticas encaminadas a erradicar la violencia en todas sus formas, singularmente la que convierte en víctimas a mujeres y niñas.

Así lo estamos defendiendo también en el Parlamento de Cantabria, donde hemos formalizado la propuesta de un pacto autonómico contra la violencia de género en Cantabria; un pacto que refleje el firme compromiso de nuestra Comunidad Autónoma y su ciudadanía frente a esa patología social. Un pacto garante y protector frente a cualquier intento de poner en riesgo la protección de las mujeres y la infancia.

Este 25 de noviembre volvemos a reivindicar que se respeten los derechos humanos. Y condenamos los discursos negacionistas y a quienes los sustentan. Porque no podemos ignorar, ni justificar el daño que sufren tantas víctimas. Ante todo, estamos con ellas, dispuestos a cualquier acción que contribuya a atajar su sufrimiento y a avanzar en la erradicación de la peor y más cruel de las violencias.

¡Pacto necesario!
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