sábado. 04.05.2024

Posiblemente aquel 2 de mayo de 1808 nadie esperaba que una revuelta popular en Madrid terminara convirtiéndose en una guerra que duró seis años. No era el primer intento de levantamiento ante Napoleón, que pretendía instalar en el trono español a su hermano, José Bonaparte, pero no cabe duda de que fue el detonante de unas revueltas y llamamientos públicos a la insurrección armada. Y ese motín madrileño tuvo un héroe cántabro. Concretamente, de Muriedas: Pedro Velarde y Santiyán.

Muchos le conocerán por el callejero español. Muchas ciudades españolas tienen calles, plazas y monumentos en su honor, aunque, en general, es un honor compartido con Luis Daoiz, el otro héroe que encendió la mecha de la Independencia. Pero, ¿quién era realmente Pedro Velarde? Y sobre todo, ¿qué le llevó a convertirse en un icono de la resistencia española a la presencia de las fuerzas napoleónicas? La respuesta hay que buscarla no solo en sus actos de aquel 2 de mayo, sino en los días y semanas previos.

Como detalla la Real Academia de la Historia, este cántabro nacido en 1779 tuvo una trayectoria meteórica dentro del cuerpo militar. Y como muchos “espíritus cultos de su tiempo”, admiraba a Napoleón. Tanto que le tuvo como un referente militar hasta que pudo comprobar las intenciones reales del Emperador cuando las fuerzas francesas comenzaron a ocupar plazas españolas fronterizas e iniciaron su periplo hacia la capital española.

LA CONFABULACIÓN DE LOS ARTILLEROS

Los acontecimientos posteriores precipitaron la implicación de Velarde (que en ese momento era secretario de la Junta Superior Económica del Cuerpo de Artillería, cargo que ocupaba desde 1806) en lo que se conoce como ‘La confabulación de los Artilleros’. Manuel Godoy, director y coronel general de la Artillería Española, se encontraba encarcelado; Carlos IV fue forzado a abdicar y Fernando VII se mostraba cómplice de las tramas contrarias a los intereses españoles del momento. Todo ello, como recoge la Real Academia, despertó “en el corazón de los artilleros” una necesidad de dar la vuelta a lo que estaba ocurriendo. En una carta de Velarde a su novia, Concha, llegó a escribir: “hay algo de barullo y malestar”, una forma de resumir la inquietud que generaban los movimientos franceses y la resistencia que iba a iniciar este militar cántabro a partir de ese momento, y que terminaría con su muerte en 1808.

De hecho, a Velarde se le conoce fundamentalmente por su resistencia ese fatídico 2 de mayo, pero su papel en esta lucha por la independencia del poder francés fue mucho más relevante: fue el encargado de planificar y organizar la resistencia o, como señala la Real Academia, “contribuir a una guerra que creía inevitable” y que, sin embargo, no llegó a ver. Posiblemente uno de sus mayores errores fue consultar sus proyectos con el ministro de la Guerra, O’Farril, quien posteriormente formaría parte del Gobierno de José Bonaparte.

La decisión del militar español, lejos de ganar apoyos a la causa, logró poner en alerta a las tropas francesas. Tanto es así que Velarde recibió varias proposiciones para pasarse al bando francés y poner sus capacidades y sus conocimientos al servicio de Napoleón. Estos esfuerzos fueron inútiles, aunque el cántabro sí llegó a aceptar en alguna ocasión la invitación por dos motivos: para desviar las sospechas sobre su figura y poder conocer mejor las intenciones del mariscal Joaquín Murat.

Esta ‘Confabulación de los Artilleros’ era relativamente sencilla: lograr que el golpe a la presencia napoleónica fuese simultáneo en todos los departamentos. Para ello consultó su proyecto con varios altos mandos del ejército español, entre ellos el que sería su compañero el 2 de mayo, Luis Daoiz. A pesar de la evidente dificultad, todos se pusieron manos a la obra bajo la atenta mirada y las sospechas de los oficiales franceses, lo que les obligó, incluso, a trasladar la fabricación de munición a una casa particular para desviar la atención de las fuerzas invasoras.

Sin embargo, todo se fue al traste por ese error inicial de Velarde. Fue el propio ministro O’Farrill quien ordenó diferentes medidas que habían sido adoptadas por las autoridades francesas, entre ellas el traslado de tropas españolas, dividiendo así las fuerzas que preparaban la resistencia.

2 DE MAYO

El plan fracasó, pero en su lugar se produjo el levantamiento en armas del pueblo de Madrid, lo que Velarde aprovechó para tratar de impulsar una revuelta ordenada. El trato que Napoleón dio a la Familia Real y la apatía de las autoridades españolas ante estos hechos encendieron los ánimos de una sociedad harta, lo que derivó primero en enfrentamientos y, finalmente, en luchas armadas que se produjeron por toda la ciudad, y que culminaron con la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, lo que actualmente es la Plaza del Dos de Mayo, en el barrio de Malasaña.

Pedro Velarde se encontraba en la Secretaría de la Junta Superior Económica cuando se produjeron los primeros disparos. “Es preciso batirnos; es preciso morir; vamos á batirnos con los franceses”, llegó a decirle al coronel Navarro Falcón, como recoge la Real Academia de la Historia. La reacción de su superior no fue la esperada, pero ante la reiteración de los disparos, el militar cántabro salió de allí y se dirigió al que sería su último destino, no sin antes lograr el apoyo de un puñado de soldados, voluntarios y civiles que defendieron el Parque de Artillería.

Tras lograr que los pocos soldados franceses que allí se encontraban depusieran las armas, distribuyó sus escasas fuerzas por todo el edificio para mantener su defensa todo lo que fuera posible. Allí se encontraba el capitán Daoiz, quien a pesar de las órdenes que tenía de no unirse al pueblo, solicitaba un arma. Ambos militares optaron por abrir las puertas del Parque, dejar entrar al pueblo y armarle con todo lo que allí tenían.

Según los datos del general Foy que recoge la Real Academia de la Historia, allí se almacenaban 10.314 fusiles, carabinas y escopetas; 25 cañones de bronce; 2303 pistolas; 1358 espadas de caballería; 83 bayonetas y 1468 espadas de infantería y sables. La defensa estuvo dirigida por Daoiz y Velarde, a los que se sumaron el teniente Jacinto Ruiz y Mendoza, veinte soldados, unos cien voluntarios, varios cañones y algunas mujeres que se prestaron al transporte de la munición.

En las calles, el pueblo de Madrid seguía luchando contra los soldados franceses. Dentro del Parque, Velarde, Daoiz y el resto de defensores se atrincheraron hasta la muerte. De hecho, llegaron a rechazar hasta en dos ocasiones los ataques napoleónicos, pero el tercer ataque causó importantes pérdidas.

Pedro Velarde murió por un disparo a quemarropa de un oficial de la Guardia Noble Polaca después de que Daoiz fuera atravesado en varias ocasiones con las bayonetas. La resistencia dirigida por estos dos militares causó la muerte de 900 soldados franceses. El propio general Foy reconoció que ambos capitanes de Artillería pasaron a la posteridad como los primeros mártires por la causa de la Independencia. Fueron enterrados el 3 de mayo.

El héroe que encendió la mecha de la Independencia
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