lunes. 29.04.2024

Un retrato de Robert Johnson presidía la entrada de aquella casa destartalada. La ciudad protegía el espíritu del blues. Cuando pisé su suelo no había nadie, me llevé una sorpresa. Dentro de una funda estaba guardada la única guitarra acústica que pude encontrar. Limpié su polvo con una bayeta y comencé a afinarla. Ensayé 'Manish boy' de Muddy Waters pero me comenzaron a sangrar los dedos de la mano izquierda. Un halo de tristeza se apoderó de mí.

Dejé de tocar y acechó un ruido repentino. Derribaron la puerta dos temibles antidisturbios que se abalanzaron con extremada violencia sobre mi cuerpo acusándome de hurto, como luego me enteré que había ocurrido con mis amigos. Mientras me llevaban esposado a comisaría, desde la casa vacía sonaban acordes de blues. Decía un agente encolerizado que era la música del diablo.

-¿Se dedican a invocaciones satánicas? -interrogó el agente.

-¡Qué! ¡Pero qué dice!

-Les cortaremos las manos. -sentenció.

La casa del blues
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