lunes. 29.04.2024

Diglosia escontra del cántabru

En el País Cántabru la diglosia se ve aún si cabe más acentuada por existir un reparto de funciones entre lo que se podría llamar una variedad alta (A), y una variedad baja (B)

A veces, y cuando se utilizan palabras que son parecidas, algunas personas pueden tender a confundir conceptos y términos, y esto mismo es lo que hoy precisamente traemos a las páginas de este nuevo artículo, pues no es lo mismo la “diglosia”, que la “disglosia” (trastorno de la articulación o malformación de los órganos periféricos del habla), una significación ésta última que todos los 26 de Octubre tiene precisamente su reconocimiento o día mundial del daño cerebral adquirido (DCA). Pero centrémonos en lo inmediato y en lo que aquí y ahora verdaderamente importa, y sin por supuesto y por ello desmerecer para nada a la “disglosia”.

La diglosia es la situación de convivencia de dos variedades lingüísticas en el seno de una misma población o territorio, donde uno de los idiomas tiene un prestigio frente al otro

El título de este artículo tendría que haber sido: “Acerca del proceso de sustitución lingüístico y cultural de un pueblo y de una colectividad”, sin embargo prevaleció finalmente el actual. Y es que una de las mayores amenazas que actualmente se ciernen sobre la lengua cántabra es la diglosia, que ciertamente va haciendo desaparecer progresivamente (y de una forma calculada) los rasgos más singulares, característicos y distintivos de la toponimia cántabra en favor de otros más acordes con la norma de la lengua oficial castellana. Lengua esta última que continuamente es promovida, ensalzadas y difundida a través de los diferentes estamentos y estructuras del poder estatales y afines respectivos en el corpus de la sociedad cántabra de una forma disimulada y encubierta, además de con descarada premeditación y alevosía, sin tener la menor consideración por la lengua propia y singular de esta tierra.

Una lengua cántabra que sin duda posee todos los elementos definitorios y distintivos como para hacer que este proceso se pueda llevar a cabo con éxito, si es que las condiciones políticas para ello se dan y son aceptadas por los representantes de la ciudadanía que desde hace mucho tiempo reclaman medidas efectivas y claras, determinantes y evidentes de dignificación y de protección, enseñanza y divulgación de nuestro patrimonio lingüístico gravemente amenazado.

La diglosia es la situación de convivencia de dos variedades lingüísticas en el seno de una misma población o territorio, donde uno de los idiomas tiene un prestigio (como lengua de cultura, de prestigio o de uso oficial) frente al otro, que es relegado a las situaciones socialmente inferiores de la oralidad, la vida familiar y/o el folklore.

El proceso de sustitución lingüística se caracteriza por el abandono intergeneracional de una lengua en favor de otra. Esto significa, fundamentalmente, que los padres no enseñan su lengua materna a los hijos, sino la nueva lengua (más prestigiosa socialmente) que la sustituye. Se ha comprobado que este proceso (para un territorio dado) suele empezar por las clases altas urbanas, y de ahí va pasando, de manera progresiva, cada vez más hacia abajo en la escala social; y de ahí ya al resto de clases urbanas. Posteriormente el proceso pasa a las clases altas rurales, y de ahí se pasa a las clases bajas rurales, que en última instancia son las últimas en mantener viva la lengua original.

El proceso de recuperación y restitución lingüística en el País Cántabru pasa necesariamente por dedicar recursos y medios en favor de la lengua y de la toponimia cántabra

En el País Cántabru la diglosia se ve aún si cabe más acentuada por existir un reparto de funciones entre lo que se podría llamar una variedad alta (A), y una variedad baja (B), de forma y manera que cada una es usada solo en ciertos ámbitos o dominios: la variedad A (en situaciones formales y distantes) y la B (en contextos informales).

En “Apuntes Generales sobre el Patrimonio Lingüístico Cántabro”, Cuaderno Didáctico editado por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de Cantabria, junto a ADIC, en el año 2010, podemos leer lo siguiente: “(…) En las zonas urbanas este fenómeno se multiplica porque no son tan necesarios los nombres por el uso del suelo, pero, sobre todo, por el devenir de personas ajenas a la tradición local; o por el uso de nombres comerciales… Por su parte, en las zonas más rurales, donde las expresiones y las variantes lingüísticas son más genuinas, los topónimos, al convertirse en oficiales; difieren enormemente de las formas empleadas en el habla popular para “normalizar”. Esto es, corregir la pronunciación a favor de la académica: Sarceda por Zarcea, Santotís por Santutís, Piedra Hincada por Pedra Jincá, Mediajo Frío por Midiaju Fríu, Cueto del Haya por Cuetu la Jaya, Alto Cildad por Altu Cildá, Cueto Ropero, por Picu Liguardi…”.

“Numerosos núcleos de población, brañas, llosas, prados comunales, collados, coteros, picos, ríos, arroyuelos… se encuentran amenazados por esa “normalización” castellanizante que colabora a la desaparición de nuestro patrimonio lingüístico. El caso de la “Isla de Mouro” se está reproduciendo de manera masiva”.

El ejemplo de la isla de Mouro es un claro ejemplo (aunque hay muchos más) de esto que decimos. Isla que siempre se llamó Mogro (y Mogru en cántabru) en la lengua original de los cántabros, pues aparecía cartografiada con su original nombre cántabro de Peña del Mogro (Peña del Montón de Piedras) aún en 1755; hasta que en 1783 el cartógrafo gaditano Vicente Tofiño San Miguel publicó su obra cumbre: “Atlas Marítimo de España”.

Por tanto, el proceso de recuperación y restitución lingüística en el País Cántabru pasa necesariamente por dedicar recursos y medios en favor de la lengua y de la toponimia cántabra. Realidades que actualmente están muy amenazadas, y que poco a poco han ido sustituyendo a los primitivos y originales nombres cántabros por ya otros que son propios de la norma uniformadora y anuladora de la especificidad castellana o cualquier otra.

Esta forma de proceder y de actuar (que ni es ética, ni tampoco respetuosa con la lengua cántabra) va de manera continuada y progresiva ocupando cada vez más espacios de visibilidad y de presencia que ciertamente nunca antes le ha correspondido, pero que, sin embargo, sí que son tolerados la mayor de las veces de una manera inocente e inconsciente con graves consecuencias para en este caso el cántabru. Se produce así, y de esta manera poco reflexionada y meditada, una pérdida de diversidad y de cantabricidad que con el transcurrir del tiempo va a costar mucho esfuerzo y vigor el poder de nuevo volver a restituir y reparar.

Con la intención de acabar y/o frenar la diglosia resulta fundamental encaminar el o los proyectos que sean oportunos y necesarios, con la intención de siempre hacer posible la dotación de una ortografía y de un vocabulario cántabro unificado. Tarea esta que ahora es ya más que nunca principal y fundamental de acometer y de completar, a fin de así concretar y dar forma (y ya carta de naturaleza) definitiva y definitoria a una lengua que posee los suficientes elementos y el “corpus” necesario y referencial, como para dirigir y encarar con éxito el mencionado anhelo de unidad; así como su posterior “echar a andar” de una forma determinante y real.

Diglosia escontra del cántabru
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