viernes. 03.05.2024

El ingenio de un pueblo singular, los bajau

Tradicionalmente este grupo étnico malayo que ha vivido durante siglos en la mar solo desembarcan para comercializar con suministros, y algunas veces para interactuar con las personas que viven en tierra firme

En el mes de Abril de 2018 (y a través de la Revista National Geographic) supimos por Melissa Llardo (del Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague, y ahora profesora de la Universidad de Utah-EE.UU.), que en el Norte de la Península Malaya (concretamente sobre el mar de Sualewesi, entre Malasia, Filipinas e Indonesia) existe un pueblo con habilidades legendarias al que muchas personas llaman: “los gitanos o nómadas del mar”. Primer pueblo humano del que se tiene constancia reciente (aunque no el único, pues también existen las buceadoras Haenyeo, compuestas exclusivamente por mujeres, en la isla de Jeju, en Corea del Sur) que se ha adaptado genéticamente para sumergirse sin ayudas técnicas (de manera natural durante aproximadamente 13 minutos) a grandes profundidades: en torno a 60-70 metros. Y todo ello sin trajes de neopreno, ni tampoco aletas, y tan solo ayudados por unas rudimentarias y simples gafas de madera y fusiles de fabricación propia con los cuales practican la pesca submarina desde hace ya mucho tiempo.

Una etnia ésta los bajau, que son un grupo humano autóctono del Sudeste Asiático incluidos en lo que los expertos genetistas denominan como “grupos nómadas marítimos”, quienes habitan en casas flotantes próximos a la costa o en aldeas costeras, pero de los cuales ya se tiene constancia desde al menos el siglo XVI gracias al veneciano Antonio Pigafetta, quien en su libro “Primo Viaggio Intorno al Globo Terracqueo”, ya hablaba sobre la expedición de Fernando de Magallanes y de Juan Sebastián Elcano, quienes por entonces destacaban las capacidades especiales para el buceo de los bajau.

La ciencia explica que los buceadores en apnea se benefician de una reacción física llamada “reflejo de inmersión”

Y es que durante muchos siglos, e incluso probablemente miles de años, los bajau han vivido en el mar, viajando de un lugar a otro en aguas del Sudeste asiático, y visitando ocasionalmente la tierra, por lo que la selección natural los ha convertido en los buceadores más fuertes genéticamente de la tierra, quienes se sumergen sin ningún tipo de dificultad para recolectar marisco, peces o caparazones de tortuga, que luego les puedan servir en su día a día para ser usados en la artesanía o en la industria que tiene que ver con la mar.

Un pueblo que ha evolucionado genéticamente de una manera especialmente singular, que incluso han cambiado y/o modificado su fisiología, cuyos miembros tienen una adaptación evolutiva singular que les ayuda a bucear con seguridad, y ello se debe a que durante miles de años han vivido como cazadores-recolectores marinos, obteniendo casi todo lo que necesitan del mar.

Un pueblo de aproximadamente un millón de personas que durante cientos, y probablemente miles de años, ha vivido en sus embarcaciones tradicionales a la deriva de un lugar a otro, que se han refugiado de una manera temporal en palafitos o plataformas flotantes de Indonesia o Malasia, y que aún a día de hoy se alimentan del pescado que ellos mismos consiguen al sumergirse en la mar a pleno pulmón. Y es que su conocimiento del mar transmitido por los más ancianos es tal, que se dice que esto fue lo que recientemente permitió que todos los bajau se salvaran del tsunami asiático de 2004. Un desastre que se cobró entonces la vida de casi 300.000 personas en el Sudeste asiático, y que a la postre ha sido el segundo terremoto más grande registrado desde la existencia del sismógrafo (aproximadamente en 1875), después del terremoto de 1960 en Valdivia (Chile).

Y es que desde que son bien pequeños (normalmente los tres años) los niños bajau empiezan a bucear para que, cuanto antes, puedan sumergirse en busca de alimentos, por lo que a menudo se rompen intencionadamente los tímpanos antes de ser adultos para así poder facilitar su vida bajo la mar. Es precisamente esta increíble capacidad de inmersión lo que les da de comer, pues recolectan pepinos de mar y otras criaturas del fondo marino, que luego son vendidos, por ejemplo, a los restaurantes de la zona.

De hecho, tradicionalmente este grupo étnico malayo que ha vivido durante siglos en la mar (con una dieta exclusivamente marina), y que consideran al océano como su verdadero hogar, solo desembarcan para comercializar con suministros, y algunas veces para interactuar (lo menos posible) con las personas que viven en tierra firme, aunque bien es verdad que también lo hacen cuando no les queda más remedio, y/o se ven obligados a protegerse de las tormentas que por aquellas zonas a veces son devastadoras y tremendamente aniquiladoras.

El estilo de vida de los nómadas del mar está cada vez más amenazado, pues los gobiernos los consideran un grupo marginal

Una extraordinaria habilidad, la de la inmersión, que es fruto de una mutación del ADN para tener bazos más grandes (los bazos de los bajau es un 50% más grandes que el promedio), lo que proporciona a los bajau una ventaja genética para la inmersión en las profundidades. Además la ciencia explica que los buceadores en apnea se benefician de una reacción física llamada “reflejo de inmersión”, en la que el bazo se contrae y los vasos sanguíneos se estrechan, lo cual ayuda a reducir el consumo de oxígeno bajo el agua. De modo que una pieza clave puede ser el bazo de los bajau, un órgano que contribuye a reciclar los glóbulos rojos y mantener el sistema inmune.

Y es que parece ser que con el paso del tiempo la selección natural habría ayudado a los bajau (que llevan miles de años viviendo en la región) a desarrollar estas ventajosas y vertiginosas habilidades genéticas únicas y extraordinarias. Y es que según las personas que los han visitado y los han estudiado, los bajau justo antes de la inmersión comienzan a respirar muy despacio en un sincrónico ejercicio de relajación que les ayuda a reducir su frecuencia cardíaca, una circunstancia ésta que puede ser la clave de su buceo en apnea.

Además de entender cómo los bajau se han convertido en hábiles buceadores, Llardó dice que los hallazgos podrían tener importantes implicaciones médicas, pues el reflejo de inmersión es similar a una afección llamada hipoxia aguda, en la que los humanos experimentan una rápida pérdida de oxígeno. Unas características que convierte a los bajau en casi superhumanos mientras se vuelven uno con el agua. Esta afección normalmente puede causar la muerte en las salas de urgencias. Por lo tanto, estudiar a los bajau podría servir como si de un nuevo laboratorio se tratara para entender así mejor la hipoxia. Y es que Llardó afirma: “Al comprender y replicar la biología de estas poblaciones únicas, podemos aprovechar el poder de la selección natural para mejorar el bienestar de todos”.

Sin embargo, el estilo de vida de los nómadas del mar está cada vez más amenazado, pues los gobiernos los consideran un grupo marginal (además de que se resisten con fuerza a adoptar el islam como religión única y exclusiva de su cosmovisión y vida), por lo que no disfrutan de los mismos derechos de ciudadanía que el resto de los compatriotas de las islas más próximas. A ello se añade que el aumento de la pesca industrial también está dificultando en gran medida su subsistencia a partir de las reservas locales de peces.

Como resultado muchos optan por abandonar la mar y sus antiguas tradiciones. Y así, y sin apoyos para su forma de vida, a Llardó le preocupa que los bajau y las lecciones que pueden enseñarnos sobre la salud humana no perduren ya por mucho más tiempo. De hecho, Llardó manifiesta a este respecto que: “las poblaciones humanas indígenas han habitado casi todos los climas de la Tierra, adoptando estrategias de supervivencia que van desde la búsqueda de alimento en el desierto hasta el buceo en aguas profundas. De estos entornos y estilos de vida ha surgido una extraordinaria variedad de adaptaciones, lo que ha dado lugar a ventajas fisiológicas. Mi investigación explora la evolución en estas poblaciones sobrehumanas”.

La investigación de Melisa demostró la importancia de conocer y estudiar las comunidades que viven en condiciones extremas y protegerlas, pues “muchos de ellos están amenazados y esto no es solo una pérdida cultural y lingüística, sino también para la genética, la medicina y las ciencias en general. Todavía queda mucha información por recopilar de estas poblaciones poco estudiadas”, concluía tras conocerse acerca de los bajau, Eske Willerslev, profesor y genetista danés.

En tan solo medio siglo las líneas maestras que conforman y configuraban nuestra mentalidad se han desvinculado casi por completo de las que regían en las generaciones anteriores

Hemos querido ilustrar esta bonita historia de una manera consciente (y también reflexiva) porque deseábamos entrelazarla con otra no menos sugerente y sorprendente: el neutro de materia. Una especificidad ésta que es única y propias de nuestro pueblo y de nuestra lengua cántabra (expandida a su vez por otras Comunidades Autónomas vecinas), y que a lo largo de los dos últimos siglos ha llamado profundamente la atención a lingüistas y estudiosos de la antropología lingüística en general.

Y es que proteger y cuidar nuestro entorno no solo se circunscribe a la protección de las comunidades más débiles, sino también a las lenguas que con esas personas viven y sienten, imaginan y sueñan a cada momento y día a día sus vidas y realidades. Pues empujados como estamos hoy por esa sensación indescriptible de velocidad y de provisionalidad que todo lo abarca y lo inunda, las “sociedades desarrolladas” han sufrido desde hace ya unos años una profunda transformación que va más allá de la revolución tecnológica y la globalización. Y es que en tan solo medio siglo las líneas maestras que conforman y configuraban nuestra mentalidad se han desvinculado casi por completo de las que regían en las generaciones anteriores, y eso ha significado (a la larga), una pérdida (en ocasiones irreparable) de muchos valores, atractivos, méritos y utilidades, que ya nunca más se podrán volver a recuperar, conocer, descubrir y admirar.

No dejemos por lo tanto que lo propio, lo específico, lo original y lo único, se diluyan para siempre entre las sombras de la no consciencia y el no entendimiento, la ignorancia y la omisión. El ejemplo del cine italiano es un buen final para cerrar este artículo que desea poner y dar valor a lo que es propio y particular de cada pueblo y colectividad. Y así, y por falta de ideas, el cine italiano casi ha desaparecido de la escena internacional, sin embargo, en el siglo pasado de la posguerra, la causa de su esplendor no se llamaba subvención, se llamaba Rossellini y De Sica, Blasetti y Castellani, Visconti y Fellini.

Acerca del “neutro de materia” al que antes nos hemos referido, bien podemos referenciar aquí las enseñanzas que de una manera magistral nos muestra el Proyeutu Depriendi a través de los siguientes enlaces:

https://depriendi.wordpress.com/2009/11/29/t-2-leccion-2-el-neutro-de-materia/

https://depriendi.wordpress.com/2014/11/06/clas-5-el-neutru/

El ingenio de un pueblo singular, los bajau
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