lunes. 29.04.2024

Europa no dobla el lomo

El campo languidece y los prados llenos de margaritas no sirven para nada, al margen de una buena fotografía o un extenso parque nacional

Lo mejor para que un comisario de la Unión Europea entienda el campo es que doble un poco el lomo (con poquito vale para aprender y reflexionar) y se ponga en el lugar del que vive en la fatiga. O que entre a las seis de la mañana a una cuadra, con o sin albarcas, y vea cómo las vacas afirman, en reunión matinal antes de dar la leche, que son los políticos comunitarios quienes se quedan muy a menudo mirando al tren. Así llevan lustros con muy poco lustre; PAC arriba, PAC abajo, sin que los problemas de la agricultura y la ganadería española se solucionen, antes al contrario, empeoran: en España y en el resto de la Unión, no hay más que ver las grandes tractoradas en Francia e Italia donde las movilizaciones han sido masivas, con un alto perjuicio para el resto de la población que la Comisión parece no ver o aparca sine die, a ver si pasa como si fuera un dolor de cabeza.

Vaya usted a explicárselo a los jefazos de Bruselas que comen mejillones con patatas fritas y privan vino de la Toscana sin conocimiento

En un reportaje de TVE, un ganadero cántabro señalaba con verbo muy fácil de entender a qué se enfrenta el sector día a día: trabajo sin límite, actividad con muchos límites; por la noche, después de dejar los huesos molidos, rellenar los papeles de la PAC, que parecen libros –maldecía–, desfase entre los precios en origen y los finales, carestía de los costes de producción y competencia exterior (sobre todo en la agricultura) que no juega con las mismas reglas o exigencias que marca la UE. Por resumirlo mucho, aunque hay más. Todo ello ha alejado a muchos ganaderos de su actividad y los que quedan lo hacen con gran esfuerzo, unas subvenciones cada vez más liosas, cortas y exigentes, y unos rendimientos económicos que expulsan a los profesionales de toda la vida y retraen a los jóvenes.

El campo languidece y los prados llenos de margaritas no sirven para nada, al margen de una buena fotografía o un extenso parque nacional. Es como cultivar una coliflor en agosto. Pero vaya usted a explicárselo a los jefazos de Bruselas que comen mejillones con patatas fritas y privan vino de la Toscana sin conocimiento.

Europa no dobla el lomo
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