sábado. 04.05.2024

Fiscalidad: no es una misión, es una jodida aventura

Parece que los miembros de este Gobierno vieron en su día aquella serie cargante de finales del siglo XX, 'Los ricos también lloran'. El problema es que, finalizada la legislatura, acabarán partidos de la risa, mientras los trabajadores, autónomos, clases medias y pymes seguirán con el gancho en el hocico camino del atolladero.

Los ricos se van a poner a temblar cuando las autovías y autopistas sean de pago -como ya ha avanzado el Gobierno en Bruselas para contentar a quien suelta la panoja-, cuando el Ejecutivo intervenga en el impuesto de sucesiones, donaciones y trasmisiones -para quitarte la camisa que te dejó papá y el tanto por ciento correspondiente del anillo que te legó mamá (tómenlo como metáfora)-, cuando suban los impuestos indirectos, los del consumo por ejemplo, que, como todo el mundo sabe, apoquinan bailando sevillanas las clases medias y los trabajadores y hacen un daño horrible a quien más tiene. Los ricos, que inventaron Galapagar y pasan poco o nada por el Pozo del Tío Raimundo o La Albericia, están como un flan porque los pobres tienen de sobra para cumplir con el Estado y ellos, como pudientes, tendrán enormes problemas para pagar en un peaje, comprar la barra de pan o heredar la fortuna familiar.

Tratar como igual lo desigual siempre conduce a la injusticia. Y no digamos en lo impositivo

Parece que los miembros de este Gobierno vieron en su día aquella serie cargante de finales del siglo XX, 'Los ricos también lloran'. El problema es que, finalizada la legislatura, acabarán partidos de la risa, mientras los trabajadores, autónomos, clases medias y pymes seguirán con el gancho en el hocico camino del atolladero. No olviden la carga que supondrá además la subida del impuesto de sociedades, ahora prevista, para dar la puntilla a las pequeñas empresas y autónomos, heridos de muerte durante la pandemia.

Los impuestos son necesarios en cualquier sociedad democrática que aspire a ser solidaria y que desee poner el erario al servicio del bien común, mucho más en estos tiempos. Pero tratar como igual lo desigual siempre conduce a la injusticia. Y no digamos en lo impositivo. Por ello este Gobierno no tiene una misión fiscal, simplemente zambulle a muchas personas en una jodida aventura, como dijo el jefe de Pulovsky en 'El principiante'. Y a más: ¿se puede confiar en una administración que es incapaz de que cartas amenazantes lleguen hasta las manos de los ministros? Lo dicho: una funesta aventura.

Fiscalidad: no es una misión, es una jodida aventura
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