Llega un momento que no te libran las hormigas, ni los libros a granel, ni las fotos desde el despacho, ni la parada en el mismo bar a la hora de siempre. No te libra ni la caridad por mucho que las hormigas puedan levantar hasta cien veces su propio peso. Revilla, de espaldas a todo, se puso y dispuso presto a levantar a Sánchez, como si fuera la hormiga atómica, a convalidar algunas de sus apuestas -no todas, en la creencia de que medía bien-, pero el tinte del líder socialista acabó por tiznar al purriego y al PRC, que se quedaron el 28M sin el santo y la limosna, doblegados por el PP y casi superados por su compañero de pupitre, al que, sin saberlo, Revilla también llevaba en volandas a bailar la jota.
Era fácil saber que, jugueteando con Sánchez, el PRC correría su misma suerte
El PRC presumía hasta la noche del domingo de tener el candidato más sagaz y elevó a los altares la filosofía política purriega sin prueba ni algodón. Por eso, con cierto candor, los correligionarios esperaron ávidos en las sedes el razonamiento sesudo del presidente ante semejante talegazo. La explicación no pudo ser más descorazonadora: una ola gigante, un condenado tsunami se los había llevado a todos por delante sin remisión. Nadie rechistó ni preguntó por qué el regionalismo no corrió a las colinas y esperó inmóvil en el valle a que una riega gigante vestida de azul lo arrasará.
Era fácil saber que, jugueteando con Sánchez, el PRC correría su misma suerte. Pero los palmeros no advierten sobre peligros, sólo templan tímpanos y dan lustre a las albarcas. De modo que el tsunami, muy sencillo de pronosticar, se reduce a: con Sánchez el PRC ha perdido todo el voto que se disputaba con el PP y también el que estaba en cuestión en las cercanías del PSOE. La gente prefiere el original a la copia. Y Revilla ha perdido, llanamente, por ser una multicopista de Ferraz.