Poco después de que la serpiente de colores se cimbreara por las recurvas del Desfiladero, Vingegaard, un pequeño danés paliducho con la fuerza de un vikingo, puso su motor a seis mil revoluciones en las cuestas de Bejes como si fuera el mítico Land Rover de Braulio. El barbilampiño de ojos de mar ganó en meta y mi cabeza se fue 38 años atrás, cuando un nutrido grupo de mozos y mozas de Colio subía andando desde La Hermida para honrar a San Roque un 16 de agosto del año 1985. En aquella época no había carretera como tal y obviamente la Vuelta hubiese tenido que darse la vuelta. Dicen que unos años después el presidente Hormaechea sobrevoló la localidad del quesu picón en helicóptero y pronunció las palabras mágicas: hágase la carretera (sobre esto hay otras versiones, y yo ni quito ni pongo rey porque no es la finalidad de este artículo).
La Liébana tradicional decae, y eso no está bien porque hay costumbres y maneras de actuar que deberían mantenerse
Ninguna vaca brava se llevó por delante afortunadamente a Vingegaard, entre otras cosas –al margen del trabajo de la organización- porque cada vez quedan menos cabezas de ganado, por mor de la tenaza de Bruselas y porque los jóvenes siguen probando suerte dispar en la capital. Tampoco se limpian los cauces de los ríos ni los montes y dentro de poco quizá prohíban andar por los pueblos en albarcas para que no se resienta el terreno. La política, cuando es estúpida, deja de serlo y se convierte en otra cosa. No digamos la UE, una pléyade de burócratas que jamás pisaron una boñiga con sus zapatos de charol y tacón de aguja.
La Liébana tradicional decae, y eso no está bien porque hay costumbres y maneras de actuar que deberían mantenerse. Por el contrario, emerge otra, más turística y de fin de semana; más festiva y de turismo rural, que está muy bien, pero que podría convivir con aquélla de la segunda mitad del siglo XX que tanto añoro personalmente. Y ello si Europa y los gobiernos de turno en España lo permiten, que no lo parece.
Antes de que a San Lorenzo le dieran vuelta y vuelta en la parrilla, dejó dicho que la lucha forja el camino. Y ahí están, 35 años después, los mozos y mozas actuales de Colio sobreviviendo al cambio con tesón. Y organizando una de las mejores fiestas de la comarca (déjenme, por una vez, que lleve el agua a mi molino).