domingo. 28.04.2024

El decaimiento en educación

Es comprensible, pero también alarmante, que un 40% de los profesores con una antigüedad menor de quince años en su ejercicio docente revelan manifestaciones de depresión

A casi un año del I Estudio Nacional sobre el Estado de ánimo de los docentes no universitarios, no creemos que haya habido cambios considerables en este tema. El estudio aborda unas conclusiones que verdaderamente son una rémora en la educación y un retraso y dificultad grave en la salud de los docentes y de los alumnos. Y deja de ser esporádico que la mediana de edad de los docentes en nuestro país sea más joven y, contradictoriamente, con más depresiones. Una tercera parte de ellos se siente castigada, encontrándose que su juventud se marchita y estropea a poco de entrar a trabajar en el colegio o instituto.

Un tercio de los docentes vive abatido por su depresión, sobrevenida por la incomprensión hacia su ejercicio

Según el estudio, los docentes andan escamados del encaje que tiene el hogar en la educación de los hijos. Únicamente el 10% estima que la influencia del padre y de la madre es considerable en la enseñanza y aprendizaje de sus hijos. Y esto, para un educador es serio y determinante, sin menoscabo de los problemas que pueda sufrir su salud mental y derivar en la educación y el aprendizaje de sus alumnos. En el triángulo educativo, ningún lado puede actuar separadamente de los demás. Los tres son igualmente importantes, cada uno en su función, en esa interlateralidad.

Que el estudio haya registrado que un 38,4% de los propios docentes se vean emocionalmente en una continua depresión, y un 13,12% demuestre objetivos autolesivos da que pensar. Es decir, un tercio de los docentes vive abatido por su depresión, sobrevenida por la incomprensión hacia su ejercicio. Son 3.800 los docentes que participaron en esta encuesta, cuyo resultado es la evidencia de que la salud mental de los maestros y profesores se ha agravado y está en declive. La comunidad educativa no está para estos hechos, pero un 80% de los docentes está intranquilo por su propio ánimo, afirmando que tiene evidentemente una considerable influencia en el ejercicio de su función en la clase.

Los docentes más jóvenes presentan una salud mental peor

Es comprensible, pero también alarmante, que un 40% de los profesores con una antigüedad menor de quince años en su ejercicio docente revelan manifestaciones de depresión. Más preocupante es que solo uno de cuatro no presenta depresión alguna.

Insatisfacción por la función docente

La muestra indica un alto porciento de insatisfacción en su función de aprendizaje, y menos educativa. Si de diez docentes, ocho comenzaron su profesión "por vocación", y tan solo cinco recomendarían este trabajo, lo que significa un quebranto de casi el 40% de agotamiento y desilusión erosivos.

Así, por ejemplo en Secundaria, quizás sea el problema mayor por centrarse con menos recursos pedagógicos con los que poder abordar los problemas más allá de la función didáctica. La salud psicológica del docente se ha agravado. Los alumnos intrincados han crecido en número, y la docencia y didáctica se han convertido, si no en un reto imposible, sí al menos en algo bastante alambicado. El papeleo llega a ser excesivo, y la coordinación didáctica sufre su propia merma. La falta de recursos en este sentido tampoco ayuda. Y la coordinación didáctica tampoco es que se dé normalmente.

Que la tercera parte de los docentes se sienta deprimido no es baladí; ese estado emocional es inaguantable y paralizante para quien lo sufre, y contaminante para quienes están a su alrededor. Cómo se puede revertir esta situación. De qué manera se puede volver a dar clase con esa ilusión de que estamos ante un alumnado que, con seguridad, esperan aprender con esa cercanía y motivación necesarias. Cuántas las veces que habrá que esperar a cambiar lo anodino e indiferente por lo que nos une, el aprendizaje y la educación. ¿Y de qué manera? En gerundio.

A comienzos de la década de los ochenta se abrió un debate que no tenía por qué serlo. Por una parte, quienes valoraban progresivamente la institución escolar y educativa naturalmente, es decir, con el significado de adquirir la posibilidad de avance, y remontada, como superación y manera de crecimiento personal, de conseguir cada vez más la justicia social con un sistema socialmente justo y digno en el que 'naide escupa sangre pa que otro viva mejor', como cantaba Atahualpa Yupanki, y de que los hombres lleguen a ser más libres, porque la educación libera.

Y por otra, movimientos negacionistas y críticos llegaron a ver la escuela como campo de internamiento -frente a lugares de aprendizaje de la libertad para sus defensores- o de ningún modo una posición para aprender, educarse, liberarse, sino para lograr un título y avanzar en el camino de la fortuna y renombre, y superación.

El decaimiento en educación
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