lunes. 29.04.2024

La Filosofía en La Magdalena III

En La Magdalena éramos una comunidad de jóvenes a los que nos unían unas características e intereses comunes. Nuestros directores nunca intervenían de una forma directa, nos dejaban hacer y nuestra relación con ellos, y viceversa, estaba basada en la confianza.

Nada es exagerado en este relato, como tampoco lo es por el realismo, su reacción ante los ataques a los que el obispo, mes y medio antes del accidente, hubo de salir al paso en 1967, en la plática del Jueves Santo, en un discurso sin parangón en la historia episcopal europea:         

«(…) ¿Hay unidad entre nosotros? ¿Ofrecemos un testimonio vivo de respeto mutuo, de comprensión atenta, de caridad efectiva? (…)

«No hay unidad entre nosotros porque existe división, desconfianza, rencor y acechanzas. Al afirmar esto no divulgo ningún secreto porque, desgraciadamente, es un hecho público. (…)

Y sigue la homilía cinco párrafos más en el tono conciliador que siempre utilizaba, y que pueden apreciarse en PUCHOL, V. (1967): “Homilía pronunciada por el Señor Obispo de Santander en la misa vespertina de la Cena del señor. Jueves Santo 1967”. Santander: Imprenta Bedia. Recogido en la Asociación 'Desmemoriados'.

Finalizaba aquella plática memorable así:

«Quiero, antes de terminar, exhortaros a la serenidad. No prestéis atención a quienes fácilmente hablan de catástrofes y temen cataclismos inminentes. Vivimos en un momento espléndido de la historia de la Iglesia: Difícil como todos los momentos de transición, abierto a todas las esperanzas como toda época de renovación (…).

Sin embargo, la muerte antes de tiempo -a los 52 años- de Vicente Puchol Montis nos dejó atónitos y algo distraídos, como si se hubiese tratado de un bulo, siempre inverosímil. No podíamos entender cómo un hombre, con los proyectos de evangelio que tenía, nos hubiese dejado sin avisar, de golpe; y al pairo, quietos, con nuestras velas desplegadas y arriadas las escotas.

Nada se interrumpió aquel lunes aciago y negro de un mayo del 67. Los que nos incorporamos dos cursos más tarde fue con la misma intención de no dejar nada incompleto.   

NUESTRA OCUPACIÓN DEL TIEMPO

En La Magdalena éramos una comunidad de jóvenes a los que nos unían unas características e intereses comunes. Nuestros directores nunca intervenían de una forma directa, nos dejaban hacer y nuestra relación con ellos, y viceversa, estaba basada en la confianza. Todo resultaba una aplicación biyectiva, basada en el aprecio mutuo, en la tolerancia y bondad. No conozco a ningún compañero de estudios que no rinda agradecimiento a aquellos memorables y destacados años. 

Debimos de ser los únicos en estudiar y percibir, en explicar y explicarnos, a los intelectuales y filósofos de la Escuela de Frankfurt

En cuanto a los estudios, no es aventurado pensar que en cuanto a la Filosofía debimos de ser los únicos en estudiar y percibir, en explicar y explicarnos, a los intelectuales y filósofos de la Escuela de Frankfurt. Se lo agradecemos al profesor Demetrio Estébanez Calderón, cuyas clases se circunscribían a la Teoría Social, necesariamente a la Filosofía Crítica y al estructuralismo para cualquier análisis, reconociendo que hay siempre una estructura más allá del individuo, estructura que siempre lo supera.

Estudiábamos El miedo a la libertad y El arte de amar, de Erich Fromm, y El hombre unidimensional y Eros y Civilización, de Herbert Marcuse. En cuanto al método científico del estructuralismo, no faltaban las obras de Claude Lévi-Strauss.      

Si pudiéramos contabilizar el paso del tiempo de nuestra vida en La Magdalena, de mayor a menor, resultaría que la mayor parte era la dedicada al estudio -clases, estudio y formación personal-; voluntariado social -más frecuentemente, con jóvenes y organizaciones juveniles como la JOC-; la reflexión sobre todo grupal; la preparación de la Revista hablada "La Rueda" y del Teatro "La Rueda"; y el deporte -el Tenis, el hockey en el propio campo del Sitio de La Magdalena y el Fútbol Playa en la playa de los Bikinis-.

La sociedad más cercana que determinaba cualquiera otra actividad no era precisamente la de la residencia, sino la situación sociolaboral de la región y del país en el final de los sesenta. 

Eran tiempos agitados, y a nadie se le ocurrió ponerse de perfil. Como decía una pancarta de aquellos obreros, «Nuestra escolta es la conciencia del deber».

En un campo diametralmente opuesto, el del arte, pudimos apreciar la Nouvelle vague del cine francés, nacida a finales de los cincuenta, que en la siguiente década visionábamos en nuestro Cinefórum "La Rueda".  

Y el mayo francés, que fue un sueño, una metáfora de los anhelos de la juventud y de los intelectuales comprometidos con la vida y con un orden más racional y humano.

En cuanto a nuestro equipo de hockey, jugamos en la liga regional. Aun el poco tiempo del que disponíamos, y a pesar de no tener mucha técnica, físicamente nuestros jugadores eran muy superiores a los otros. Al estar el campo muy cercano a la residencia, el entrenamiento era prácticamente diario, siendo el primer arquero Ezequiel, sustituido por Javi Iglesias González. 

ACTIVIDAD SOCIOCULTURAL DE LA RUEDA

Nuestra estancia en Las Caballerizas fue la cristalización de ese avance social, de esa aproximación a los sectores de población más deprivados socioculturalmente. 

En los cuatro cursos que permanecimos en La Magdalena estuvo funcionando La Rueda que comprendía nuestra querida revista hablada, el teatro y el cine

En los cuatro cursos que permanecimos en La Magdalena estuvo funcionando La Rueda que comprendía nuestra querida revista hablada, el teatro y el cine. En ella se consideraban con los espectadores los temas de interés general y social de entonces, de cada situación. Además de los estudios y de nuestra convivencia, esta forma de comunicación llegó a ser el aglutinante asombroso que comprometió el acercamiento y la confluencia de participantes en una convivencia de avance y progreso. 

La vida interna de la residencia se veía agitada y removida cada sábado al anochecer por una oleada de asistentes, un aluvión humano que llegaba desde Santander y los ayuntamientos aledaños. La capacidad del Paraninfo -de 350 personas- normalmente se saturaba, quedando muchos de los presentes de pie. 

Éramos muy jóvenes, con una edad entre 17 y 20 años. Esa vitalidad, con una formación cultural, personal, social y religiosa, y el desarrollo de las competencias básicas, fue estimulada sin duda alguna por nuestro tutores. Y se orientó, con toda seguridad, a unas actitudes ante lo que apreciábamos y reflexionábamos que debía evolucionar en el país. 

NUESTRA QUERIDA REVISTA HABLADA "LA RUEDA"

La Revista nació en el curso 1965-1966. Amigos de la Filosofía en La Magdalena hicieron que brotase la Revista, como Santiago Pérez Obregón, un hombre siempre atento a los círculos democráticos, quien recién licenciado en Derecho fue muy sensible a defender las causas de los trabajadores y los juicios justos. Más tarde, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, consejero en el Gobierno de Cantabria y concejal por el PSC-PSOE en el Ayuntamiento de Santander, tenía una gran afición al teatro. 

En los mentideros y por el hecho de que nada surge de la nada, siempre se especuló que la Revista -y las demás actividades como la del teatro y el cinefórum- surgió siendo Pérez Obregón uno de los principales promotores. Se manifestó por la iniciativa de descubrir algo que transformase socioculturalmente a los que allí estudiábamos y al entorno de Santander y de que la idea de progreso y cambio de nuestros directores y profesores nunca se agostase.     

En la misma dirección, junto con el sacerdote Ángel Alonso, que luchaba para que una sociedad mejor fuese posible, Eduardo Obregón Barreda y Paco Pérez fueron también impulsores de La Rueda.

Todos los formatos eran un espacio de pensamiento artístico y sociocultural

Esta revista sabatina se editaba al anochecer y siempre de manera regular. Por su planificación, montaje y realización, se alternaba este medio también con las actividades y reuniones del Cinefórum "La Rueda" y con el Teatro "La Rueda". E incluso con los recitales musicales. Todos los formatos eran un espacio de pensamiento artístico y sociocultural, un tejido colectivo siempre pensado en la reflexión crítica. 

La mecánica de la Revista era sencilla. Cada uno voluntariamente preparaba un artículo de actualidad o un pensamiento libre que leíamos ante el público. Después, era entrevistado alguien relevante con la dirección habitual de Luis Ortega. Recordamos, por ejemplo, al filólogo Víctor García de la Concha -más tarde, director de la RAE- y al director de cine Mario Camus, al principio de su carrera. Las preguntas, respuestas y el coloquio no tenían censura alguna. Duró hasta el curso 1970-1971. 

"La Rueda" tuvo la visita de dos cantautores en diferentes fechas -Manolo Díaz (Oviedo, 1941) y Patxi Andión (Madrid, 1947 - Cubo de la Solana -Soria-, 2019)- ya famosos en la canción comprometida. Manolo pasó la noche en la residencia con nosotros, en una agradable velada en la que la reflexión del cura del Barrio Pesquero Alberto Pico fue la que a todos más nos llevó a pensar: «Vosotros, con vuestras canciones, llegáis a más gente que cualquier institución, y vuestro compromiso es mayor». 

«(...) Cantaron juntos una vieja canción, una triste canción, una que hablaba de un trabajador (...)» Sierras y Valles, M. Díaz

Evidentemente, Manolo salió con lo que podía en aquellos días de 1969, de rincones sin jardín, de cielos oscuros y grises, ante las preguntas capciosas de los progres y la observancia metódica y muy atenta de los veladores del régimen.  

Patxi Andión. El cantautor atípico, vasco de sentimiento, aparentemente áspero cantó con su voz de trueno, con su sello a veces con pequeñas estrías, una voz que se comportaba ella misma como una denuncia íntegra, como una decidida exigencia. Y los mismos de siempre, jóvenes políticos volvieron a querer ser protagonistas del recital. Y el madrileño le contestó a uno que quería enredar con su propia pregunta: «Revolucionario hijo de papá, tienes como única lectura 'El Jaimito' debajo de la cama» (sic).

Y puede decirse que, cuando llegó nuestro curso a los estudios de Filosofía en La Magdalena, nos encontramos con que el de 3º, el sénior, tenía un bagaje tan fundamental que les hacía respetables. 
 

La Filosofía en La Magdalena III
Comentarios