domingo. 28.04.2024

El milagro de enderezar las abultadas listas de espera sanitarias

No queda otra que contrastar los más de 16.000 casos de pacientes que hay en Cantabria en lista de espera, con las 196.426 consultas que se dieron el año pasado en Valdecilla, todo un récord. Contamos con unos excelentes profesionales, a los que solo cabe apoyar con más medios humanos y también técnicos. Pero no solo es cuestión de dinero. También está la organización y la pedagogía hacia el paciente, que lo demanda todo, de un día para otro. Al hablar de sanidad y sus problemas, en España se debería de abordar con criterio común, porque, de otra manera, solo vamos a empeorar lo que, como diría un médico, es el pronóstico a futuro.

En Cantabria, no es nada raro que haya cada vez más ciudadanos que son conocedores de la mala situación médica de familiares, amigos o conocidos, que forman parte de la abultadísima lista de espera para ser operados en alguno de los hospitales del Servicio Cántabro de Salud. En sí, los 16.000 casos de la espera es una cifra alarmante, al igual que la demora de 141 días para llegar a la mesa de operaciones. Tan imperdonable y angustiosa demora para quienes la padecen abarca todas las especialidades médicas, aunque Traumatología, Cirugía General y Oftalmología, son Top Trending en las redes sociales, por acumular el mayor atasco. 

Una solución es una respuesta eficaz a un problema, con resultado positivo. En cambio, un milagro es un suceso extraordinario que provoca sorpresa. Arreglar las listas de espera en Cantabria (y en el resto de España) está más en esta última línea, la del milagro, que en la de idear un gran proyecto nacional que regularice una asistencia sanitaria pública que se ha instalado en la demora, el conformismo, y la falta de respuesta a las cada día más quejas (lógicas) de los doloridos. 

“Demasiadas cuestiones pertenecientes al sistema nacional de salud no se habían previsto, para anticiparse a los problemas, hoy tan enquistados”

El Covid vino para contagiar y matar, pero también puso de manifiesto la situación real dentro de nuestros hospitales, no la contada por los gabinetes de prensa de carácter gubernamental. Demasiadas cuestiones pertenecientes al sistema nacional de salud no se habían previsto como es debido, para anticiparse a los problemas, hoy tan enquistados y difíciles de arreglar. Como el del personal suficiente. La falta de médicos. La escasez de enfermeras. La demanda de salarios y horarios laborales justos. Adoptar sistemas sensatos de atención médica y posteriores intervenciones, todo ello ajustado a los medios humanos y materiales de los que se dispone. Y, lo más importante, escuchar en todo momento a los profesionales sanitarios, porque nadie mejor que ellos sabe dónde están realmente los agujeros por donde se pierde la esperanza de cualquier mejora que ayude a equilibrar tan grave problema. Esta falta de diálogo solo contribuye a la desmotivación, que es un síntoma hoy padecido dentro de numerosas Administraciones Públicas. 

Dependiendo de cada administración sanitaria que surja tras unas elecciones, de un signo político u otro, hay cambios, aunque no subsanan casi ningún problema de los que hay encima de la mesa. Al contrario, aumentan. Si todos son profesionales de lo mismo, ¿tan difícil es llegar a un pacto común para afrontar las cuestiones bajo mismos criterios? Es como si en la sanidad se reprodujera igualmente el mal que acecha a tantas cuestiones dentro de España, y es lo que la debilita sistemáticamente: el mal del individualismo. 

Europa, la Unión, tiene hoy problemas a la hora de abordar sus relaciones y prestación de servicios con la ciudadanía. Lo explico mejor. Todo lo plantea desde el punto de vista de más dinero a través de impuestos (peajes en España para andar por carreteras normales), pero no quiere abordar cambios estructurales en materias como educación, sanidad, agricultura y ganadería (movimiento campesino). Se actúa en una especie de tirar para adelante mientras el sistema aguante y no reviente. Evidentemente, esto también ocurre con nuestros hospitales y centros de salud. Aguantan porque son buenos, pero la afluencia diaria de pacientes es tal que resulta imposible dar la vuelta a las malas cifras de lista de espera. Al contrario, lo lógico es que vayan en aumento, eso sin contar con que el futuro nos depare acontecimientos inesperados como fue el Covid-19, enterrado como si no hubiera pasado nada, pero sí, sí que ha pasado, porque muchas cosas han cambiado, a peor. 

Por eso el milagro de las listas de espera solo puede venir de la implantación de nuevas reglas, adoptadas escuchando a aquellos que nos atienden, curan y facilitan nuestra recuperación. Los pacientes queremos los mayores y mejores cuidados, pero, francamente, no vemos más allá en el sentido de que toda una superpoblación demanda asistencia al instante. Esto ya no lo propician hoy ni los seguros privados, que inexplicablemente escapan a la crítica que se ceba especialmente con la asistencia sanitaria pública. 

En España ocurre otra cuestión no menos trascendental. De manera inmediata, cualquier cambio que se plantee dentro del sistema nacional o autonómico sanitario es trasladado a la sociedad como un recorte. Basta que solo una formación política lo entienda y comunique así, para que la polémica y el rechazo a cualquier cambio esté servido. Por eso, o hay un acuerdo entre todos para sacar adelante los problemas actuales de la sanidad, y con ello rebajar y hasta superar las listas de espera, o ni un milagro lo hará posible.  

“O hay un acuerdo para sacar adelante la sanidad, y con ello rebajar y hasta superar las listas de espera, o ni un milagro lo hará posible” 

Permítanme acabar con unos cuantos datos de la situación sanitaria en Cantabria. El año pasado hubo en Valdecilla 196.426 consultas, el mayor número de la última década. El mismo hospital, en el mismo año, batió récord al operar a 20.884 pacientes, al tiempo que realizaba 266 trasplantes (227 en 2021). En conclusión: tenemos unos profesionales increíbles que tratan de darlo todo a diario, y no lo digo yo, sino estas cifras. Ahora bien, lo que necesitan es mejorar plantillas, porque mucho me temo que entre los deberes no hechos años atrás estaba contemplar que llegaría un momento en que muchos profesionales se jubilarían, y habría que sustituirles pertinentemente, algo en negativo que está entre los diversos problemas con que cuenta nuestra sanidad, la de aquí. En lo que respecta a nosotros, los pacientes, deberíamos ser conocedores de la verdadera situación por la que atraviesa este frágil estado del bienestar. Puede que también sea hora de cambiar el término a la auténtica realidad de momento: un estado en el que hay que esperar lo suyo para que te operen.

El milagro de enderezar las abultadas listas de espera sanitarias
Comentarios