sábado. 04.05.2024

¿Qué España queremos?

Nunca pensé que en pleno siglo XXI, en un mundo globalizado y en el continente europeo tendríamos que volver a preocuparnos por la opresión. Pero parecemos encaminados a ello

La situación social que hoy vive España no se parece nada a la de mis años de mi juventud, pese a que no están muy lejanos. Vivimos en una continua carrera para alcanzar las metas más variadas y muchas veces no nos permitimos perder ni un minuto para contemplar el camino y reflexionar sobre el destino al que nos conduce.

Cuando yo era más joven, nuestros padres soñaban con facilitar a sus hijos la mejor educación. Con independencia de sus recursos, era común el esfuerzo para brindar a la descendencia una formación que le permitiera un futuro mejor y, a ser posible, que el trabajo no nos acaparara la vida.

La libertad de la que hablaban mis abuelos era mucho más que poder tomar unas cañas

Las hijas de aquella época hablábamos de ser médicas o abogadas, de formar una familia, aunque algunas no queríamos casarnos. Aspirábamos a un trabajo que nos permitiera viajar y conocer lugares hacia los que volábamos con la imaginación.

¿Y qué decían nuestros abuelos y abuelas? El recuerdo de lo que me deseaban los míos me invade estos días más que nunca. Ellos me hablaban de libertad. Libertad con mayúsculas, en el único sentido que puede tener esa palabra, y que no es la libertad de las cañas en Madrid, como se ha llegado a denominar con la ligereza de quien no ha conocido la opresión.

Aunque también, la libertad de la que hablaban mis abuelos era mucho más que poder tomar unas cañas. Libertad para tener un trabajo que nos permitiera vivir sin penurias, sin grandes lujos, como ellos decían, pero también sin penurias. Hablaban de libertad, una libertad que permitía opinar sin miedo y debatir sobre cualquier asunto con la única línea roja del respeto al prójimo. Respeto al prójimo porque la doctrina cultural católica también estaba anclada en ellos, como buenas españolas y españoles de fe.

Una libertad que nos dejara andar de la mano con nuestros compañeros y compañeras en público.

La libertad que a ellos les faltaba, porque nunca se sintieron libres.

Hoy veo con temor y profunda tristeza cómo sus deseos están siendo cuestionados por la extrema derecha que llega al poder en España, gracias a que la derecha que se dice moderada le ha puesto la alfombra roja y abierto las puertas. ¿Vale cualquier estrategia para no perder el poder, aunque implique pactar con los que oprimen al pueblo?

Hay quien piensa que retirar una bandera reivindicativa de un derecho no tiene importancia. Si realmente fuera así, por qué molestarse en retirarla

Nunca pensé que en pleno siglo XXI, en un mundo globalizado y en el continente europeo tendríamos que volver a preocuparnos por la opresión. Pero parecemos encaminados a ello.

Hay quien piensa que retirar una bandera reivindicativa de un derecho no tiene importancia. Si realmente fuera así, por qué molestarse en retirarla. Si nos preguntamos qué es lo que verdaderamente subyace tras ese gesto, comprobaremos que no es otra cosa que la opresión y un mensaje: quienes enarboláis esa bandera no sois bien recibidos en este pueblo.  

Subyace la discriminación hacia seres humanos, personas que son hijos, hijas, amigos amigas, hermanas y hermanos. Personas que miran con temor a un futuro incierto para ellos.

Hay más ejemplos de opresión hoy en España. Porque opresión es la persecución que sufren las políticas encaminadas a defender los derechos de las mujeres. Siempre estamos en el ojo del huracán ¿Por qué? ¿Por qué somos el centro de la extrema derecha en sus discursos? Porque hay una forma de control recurrente a lo largo de la historia, y es el control de la mitad de la población. El control de las mujeres.

Invisibilizarnos, silenciarnos, discriminarnos. En definitiva, oprimirnos. Nos asesinan por ser mujeres, mientras el fascismo justifica las muertes en base a otros criterios. El fascismo disfraza primero el hecho que pretende aniquilar. En este caso, los derechos de las mujeres.

Estamos en vísperas de unas elecciones marcadas por dos líneas y con antecedentes de lo que pueden llegar a depararnos. Quizá no hemos despertado lo suficiente. Miremos a nuestro alrededor. Pensemos en Italia, en esas las madres a las que están quitando los derechos sobre sus hijos e hijas.

Es una vieja realidad que está resucitando en el siglo XXI. Está cerca, pero podemos evitarlo.

En las elecciones del 23 de julio nos jugamos nuestros derechos, aquellos que nuestros abuelos y abuelas consiguieron para nosotros, los que ellos deseaban y nos animaban a defender como ellos mismos hicieron, dando incluso su vida por ellos.

El poder está en nuestro voto. Es lo único que tenemos en democracia.

¿Qué España queremos?
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