martes. 19.03.2024
SERIE CANTABRISMO [BLOQUE 02 | ARTÍCULO 04]

“A partir de ahora se hablará mucho menos de Santander o La Montaña y mucho más de Cantabria”

Del Comité Cívico a la Junta de Parlamentarios pasando por ADIC.

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Miembros de la primera Junta Directiva de ADIC posan durante una salida a los Montes de Pas en el verano de 1978. Entre ellos, Miguel Ángel Revilla (primero por la izquierda), presidente de la asociación; Ignacio Gómez Llata ‘Tatito’ (junto a Revilla, a pecho descubierto), secretario, y Rafael de la Sierra (al fondo, en el centro de la foto)

Tras una etapa republicana “truncada violentamente” y un régimen franquista “ferozmente represivo y centralista”, la Transición española “hubo de hacer frente a tres problemas fundamentales”, explica el historiador Manuel Alegría: uno, “dotar al Estado de un régimen político y jurídico de derechos y libertades democráticas”; dos, “afrontar los derechos sociales y laborales de los asalariados”, y tres, “dar respuesta a las reivindicaciones territoriales de tamiz regionalista o nacionalista”. “La Transición en Cantabria estuvo protagonizada por los debates y actuaciones políticas generales en España y, de modo específico, por la toma de posición de todos los agentes económicos, sociales e ideológicos en relación a la identidad cántabra y la vía autonómica a adoptar”, añade Alegría.

En el ‘Grupo de los Cien’ destacan el entonces presidente de la Diputación franquista y un economista que se había formado en tierras vascas y después había sido bancario y también delegado del ‘Sindicato Vertical’

En marzo de 1976, la prensa publica el Manifiesto de los Cien, firmado por el Grupo de los Cien, un centenar de personas de clases, ideologías y profesiones diversas y entre las que destacan el entonces presidente de la Diputación franquista, Modesto Piñeiro, y Miguel Ángel Revilla, un economista que se había formado en tierras vascas –“de no haber estudiado en Bilbao, muy posiblemente no me habría decidido a impulsar la creación de ADIC ni nada en lo que he participado posteriormente”, reconocerá años después al propio Alegría– y después había sido bancario y también delegado de la OSE (Organización Sindical Española) –más conocida como Sindicato Vertical– en Torrelavega. Los firmantes del manifiesto anuncian que han “decidido solicitar próximamente de la autoridad gubernativa el reconocimiento de una asociación que tendrá como objetivo la promoción, defensa y fomento de la personalidad, de la conciencia regional, de las peculiaridades de cultura, historia y demás intereses de Cantabria patrocinando el estudio y la discusión de los problemas más acuciantes que tenemos planteados a través del concurso de las personas más capacitadas para solucionarlos, así como de la actuación de los miembros de la asociación”. Dicha asociación se declara “radicalmente apolítica” y asegura que “romper con el anacrónico individualismo que nos caracteriza” será “objetivo prioritario” para ella y que recibe “con gran satisfacción” la declaración de la Diputación y de otros organismos “solicitando un concierto económico para Cantabria”. El manifiesto describe una situación que está llevando a Cantabria “a un deterioro de nuestra posición económica” en el contexto estatal y “sobre todo con relación a nuestro vecinos”. “En unos momentos como los actuales en que las regiones españolas están lanzadas a la reivindicación ante la Administración del reconocimiento de sus peculiaridades de toda índole, solicitando situaciones económicas de privilegio, así como una descentralización del poder central en orden al mejor aprovechamiento y utilización de sus recursos, corremos el riesgo de que Cantabria vea deteriorarse aún más su posición relativa en el desarrollo económico general” de España, advierten los firmantes, que añaden: “Y lo que es más grave, estando rodeados por regiones o provincias de tan fuerte personalidad como son Vizcaya, Asturias y Castilla, se está llegando al punto de perder hasta nuestra propia identidad”.

En abril, el Grupo de los Cien presenta los Estatutos de ADIC (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria) en el Gobierno Civil, que en mayo los aprueba, legalizando así la asociación. Un mes antes, la Hoja del lunes –entonces dirigida por el periodista Juan González Bedoya– había publicado un artículo de Revilla –titulado Se nos ha utilizado como cortafuegos–, en el que el economista denunciaba entre otras cosas que “en nuestra provincia y desde hace mucho tiempo atrás, se ha fomentado el espíritu anti-vasco y quizá el centralismo nos haya utilizado como cortafuegos entre dos regiones de tanta personalidad como Asturias y Vizcaya, aferrándonos a Castilla”.

El 10 de julio de 1976 unas 5.000 personas se manifiestan en Santander por la descentralización del Estado español y por un concierto económico para Cantabria

“La reivindicación cantabrista inicial en esta etapa de la Transición estuvo motivada en principio por la decadencia económica de Cantabria, que en los años sesenta llegó a alcanzar la sexta posición provincial en la renta per cápita de sus habitantes”, explica Alegría, que recuerda cómo el 10 de julio de 1976 unas 5.000 personas, la mayoría de ellas llegadas desde otros puntos de Cantabria, se manifiestan en Santander por la descentralización del Estado español y por un concierto económico para Cantabria. La marcha –convocada por ADIC y autorizada por el Gobierno Civil– discurre entre la plaza de Numancia y la sede del Gobierno Civil, donde Revilla utiliza el megáfono de una furgoneta para improvisar un discurso en el que entre otras cosas dice que “este día es tal vez histórico, porque significa el comienzo del despertar de Cantabria tras su prolongado letargo” y que “iniciamos hoy una marcha nueva, distinta; iniciamos la vía de la lucha en defensa de nuestros intereses, y os puedo asegurar que el grueso de los miembros de ADIC no flaqueará en esta lucha y que estará siempre en vanguardia de las aspiraciones populares”.

En octubre, ADIC celebra en Santander su primera Asamblea General de socios, que confirman los Estatutos aprobados medio año antes por el Gobierno Civil –que establecían que los fines de la asociación eran “promover, defender y fomentar la personalidad, la conciencia provincial y las peculiaridades de toda índole, tanto culturales como económicas, de Cantabria”– y nombran la primera Junta Directiva de la asociación, de 36 miembros y encabezada por Revilla como presidente, José Ángel Herreros como vicepresidente primero, José Luis Oria como vicepresidente segundo e Ignacio Gómez Llata Tatito como secretario. Fue precisamente Gómez Llata quien manifestó a la prensa que “a partir de ahora se hablará mucho menos de Santander o La Montaña y mucho más de Cantabria”, unas declaraciones que según Alegría “resultaron proféticas”.

El denominado I Festival de Música Regional’, celebrado el 26 de junio de 1977, “supuso el cambio de estrategia reivindicativa de ADIC”, destaca Alegría

Por un lado, el 15 de junio de 1977 España celebra elecciones generales, y en Cantabria los resultados arrojan tres diputados de la UCD –Justo de las Cuevas, Francisco Laínz y José Miguel Álava–, uno del PSOE –Jaime Blanco– y uno de AP –Modesto Piñeiro– y tres senadores de la UCD –Ricardo Bueno, José Luis Piñal y José González-Tarrio– y uno de la Agrupación Electoral de Fuerzas Democráticas –Benito Huerta, de ID (Izquierda Democrática)–. Por otro lado, el 26 de junio el Ferial de Torrelavega acoge el denominado I Festival de Música Regional, organizado por ADIC y que marca el inicio de la lucha ya no por el concierto económico sino por la autonomía: “El mensaje que tenemos que llevar muy dentro todos los que salgamos de aquí es el tema de la autonomía regional, y ése va a ser el caballo de batalla de ADIC en los próximos meses”, dice Revilla ante unas 10.000 personas enfervorizadas. “Ya está bien de esperar que nos solucionen los problemas en Madrid, los problemas los vamos a solucionar nosotros y tienen que dejarnos que administremos nuestros recursos”, añade. “Ese festival supuso el cambio de estrategia reivindicativa de ADIC”, destaca Alegría, que recuerda que “la nueva situación llevaba a que las soluciones al problema regional o nacional en España se encaminaran hacia la aprobación de estatutos de autonomía para los territorios considerados regiones o nacionalidades”, por lo que ADIC “lanzó su lema Cantabria es región: Estatuto de Autonomía y protagonizó el debate y la toma de posiciones respecto a la identidad regional y a la vía uniprovincial de territorialización, obligando a decantarse a todas las fuerzas políticas, sindicales y asociativas de Cantabria sobre su adscripción y articulación institucional”.

Surgido antes que ADIC, el Comité Cívico reivindicó “el reconocimiento de la identidad regional de Cantabria y una serie de puntos concretos para la mejora de su situación socio-económica”, explica Viadero

No obstante, el surgimiento de ADIC había sido precedido por movimientos previos. Así, meses antes de la publicación del Manifiesto de los Cien ya se había formado en Cantabria el Comité Cívico, organismo político que “surgió como una especie de experiencia piloto de lo que después sería la Junta Democrática” y cuyas reivindicaciones consistieron en “la recuperación de las libertades de asociación, reunión y expresión” y también en “el reconocimiento de la identidad regional de Cantabria y una serie de puntos concretos para la mejora de la situación socio-económica en lo que entonces todavía era una provincia sometida a una fuerte recesión y estancamiento”, recuerda uno de sus miembros, José Ramón Saiz Viadero. “El Comité Cívico surgió en Cantabria en las postrimerías del franquismo, nos reuníamos en mi oficina, instalada en los altos de la Galería Puntal, y recuerdo que trabajé muchas tardes-noches en estrecha colaboración con Isabel Tejerina, redactando documentos que luego se lanzaban a la opinión pública”, destaca Viadero, que, “como muchos” de los demás miembros del Comité Cívico, formaba parte de éste “a título personal e independiente”, pues tras “la represión de noviembre de 1968”, su relación con el PCE había quedado “orgánicamente congelada”. En este sentido, Viadero explica que el Comité Cívico iba “más allá de los límites partidistas” y “aglutinaba a muchas personalidades locales que posteriormente optarían por la integración en partidos políticos”. La mera existencia del Comité Cívico basta para que cuando el sábado 7 de febrero de 1976 el organismo se presenta públicamente con una manifestación en Santander que sale “de la misa vespertina de los padres franciscanos”, Viadero sea detenido. “No pasó más, enseguida fui puesto en libertad; la Policía ya estaba muy debilitada en su poderío y nada tenía que ver con el batallón de torturadores que había actuado contra el Partido Comunista y la HOAC en noviembre de 1968”, asegura.

Alegría destaca que a pesar de que antes de surgir ADIC habían surgido el propio Comité Cívico y la asociación CU (Cantabria Unida) –también conocida como Kantabria Atropá, presidida por Luis Ángel Montes de Neira y que, además del nombre de Cantabria y la autonomía política, reivindicaba el lábaru como bandera y el reconocimiento de las hablas de las comarcas de Cantabria– y a pesar de que en 1977 se constituyeron la CRC (Comunidad Regionalista de Cantabria) y el MNC (Movimiento Nacionalista Cántabro), ADIC “se erigió en la organización cantabrista con más incidencia”, pues “emergió como una fuerza interclasista, de tamiz reivindicativo, democratizadora y crítica respecto a la situación de duermevela sostenida por unas élites acomodaticias y temerosas”.

En los años treinta la “mentalidad específica” de Cantabria como nacionalidad histórica fue “muy superior a la desarrollada en el concepto de democracia o pseudodemocracia española actual”, dice Regaliza

“La composición de ADIC fue interclasista, no todos los fundadores coincidíamos en los aspectos políticos más concretos pero sí en que la denominación de Cantabria tenía que establecerse oficialmente, porque a nivel oficial no existía”, recuerda uno de los fundadores de ADIC, Ángel Regaliza, que años después participaría en la fundación de dos partidos: primero el PRC (Partido Regionalista de Cantabria) y después el PNC (Partido Nacionalista Cántabro), del que llegaría a ser secretario general. “Pero al concederse la denominación de Cantabria, la cosa no se cogió con la suficiente fuerza y se estancó un poco, lo que supuso una pequeña frustración”, continúa Regaliza, que lamenta que faltara “una mentalidad específica sobre lo que era y es Cantabria”, una tierra a la que más de cuarenta años después “algunas personas mayores, si no fascistas –que algunos lo serán– sí de derechas, llaman todavía La Montaña en vez de Cantabria”. “En ADIC había gente muy heterogénea, así que unos se fueron yendo y fue quedando gente de extracción obrera, trabajadores en un sentido general, y con el sentimiento arraigado de que esto era algo más que un mero territorio a denominar Cantabria, con el sentimiento arraigado de que el territorio que abarcaba la denominación histórica de Cantabria tenía connotaciones más que notables para haber sido considerado nacionalidad histórica, algo que no fue posible porque faltó esa mentalidad específica y porque la Guerra Civil había cortado la posibilidad de aprobar el Estatuto de Autonomía redactado en la II República”, explica Regaliza, que asegura que en los años treinta del siglo XX esa “mentalidad específica” fue “muy superior a la desarrollada en el concepto de democracia o pseudodemocracia española actual”. “De no haberse podido desarrollar entonces como nacionalidad histórica vienen precisamente todos los problemas actuales de la no conciencia de Cantabria como nacionalidad histórica por amplios sectores de la sociedad”, asegura.

El 1 de agosto de 1977 se constituye la Junta de Parlamentarios –diputados en el Congreso y senadores electos el 15 de junio– de Cantabria, que en un comunicado conjunto se define como “la representación popular expresada mayoritariamente en las urnas por el electorado montañés” y se marca como objetivo prioritario “propiciar la elaboración de un Estatuto de Autonomía si ése fuese el sentir mayoritario de nuestro pueblo”, para lo que solicita el apoyo del pueblo cántabro, incluidos sus partidos y asociaciones. Unos días antes, el PTE (Partido del Trabajo de España), la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores), el PSP (Partido Socialista Popular) y el Partido Carlista habían reclamado públicamente la autonomía. “En el devenir histórico del cantabrismo, el de orientación política, frenado por el golpe de Estado y la dictadura franquista, resurge en la Transición política, cuando aparecen las primeras organizaciones de decisión exclusivamente cántabra –entre las que ADIC destaca en protagonismo–, se reclama la identidad regional junto a la denuncia del retroceso económico y se apuesta sin ambages por la vía uniprovincial propia, al margen del sueño de parte de las élites de la adscripción a la Castilla eterna”, destaca Alegría, que recuerda que “en el proceso de democratización, el cantabrismo político autonomista decanta las opciones y propone la disipación de las dudas que se habían expuesto desde finales del siglo XIX”. “Era el momento de levantarse y abandonar el conformismo; como dijo el periodista Juan González Bedoya: Cantabria, levántate y anda”, concluye.


Viene de: [TRIBUNA II] | Particularismo y regionalismo en los orígenes de la Cantabria contemporánea

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