sábado. 27.04.2024

El deporte siempre ha sido un termómetro perfecto para medir la temperatura de una sociedad, la cántabra no es una excepción. El cantabrismo se ha manifestado de diferentes maneras a lo largo de los años y se ha asumido de diferentes modos en las diferentes zonas del país. Desde un cantabrismo primigenio, la identificación de los aficionados con los símbolos propios ha ido evolucionando a lo largo de los años hasta instaurarse como corriente mayoritaria dentro de las gradas de los diferentes estadios.

Cantabria ha tenido en Racing, Gimnástica y Teka a sus máximos exponentes deportivos. No podemos hacer de menos a otros equipos que han tocado la élite en baloncesto como el Baloncesto Torrelavega (más tarde llamado Lobos), que tras una gestión más que polémica con su traslado a Santander, firmó su defunción definitiva. Tropezón, Noja o Laredo –en fútbol– también se han asomado en alguna ocasión a categorías semi profesionales del balompié español.

BarulluNorte_Laredo Aficionados del Laredo

El Teka de balonmano fue en su momento el mejor equipo del mundo de la disciplina. Puso el nombre de Cantabria en el mapa del deporte internacional merced a conseguir muchos y diversos títulos europeos, coronados por la Copa de Europa en 1994. El Pabellón Municipal de La Albericia era una caldera los días de partido, sin embargo, en aquella época el cantabrismo en las gradas del recinto era anecdótico. El por qué tiene fácil explicación, ya que el balonmano era un deporte seguido por personas de cierta edad y el ambiente que se vivía era más familiar y festivo que reivindicativo.

Es en el fútbol donde la juventud ha tenido su válvula de escape desde siempr​e.

Es en el fútbol donde la juventud ha tenido su válvula de escape desde siempre, independientemente del país del que hablemos, o de la categoría de sus equipos; los jóvenes siempre han encontrado en las gradas de los estadios ese medio de expresión y de canalización de la rebeldía, a veces mal entendida, pero inherente a la condición humana. El fútbol siempre ha sido un vehículo de expresión más allá de lo meramente deportivo, la verdad es que sociológicamente es un tema a tener en cuenta.

Nos vamos a centrar en la evolución del cantabrismo en las dos ciudades más importantes de Cantabria, Santander y Torrelavega. Si bien tanto en El Sardinero como en El Malecón, el cantabrismo ha arraigado de forma ya natural, nos encontramos ante dos evoluciones diferentes del mismo fenómeno. Nos centraremos en los grupos de animación presentes en ambas ciudades ya que, aunque las generalizaciones no son buenas, también toman la temperatura del sentir mayoritario de la afición.

En Santander el cantabrismo comienza a explotar a finales de los años 80 del pasado siglo. Aunque siempre hubo una aceptación mayoritaria de los aficionados del Racing respecto a su cantabricidad, es en aquella época cuando ese cantabrismo primigenio empieza a tener visibilidad.

El Racing siempre ha sido el máximo referente futbolístico de Cantabria y esto hacía que su masa social no estuviera compuesta únicamente por hinchas santanderinos. Así, en esa primera época nos encontrábamos que, por un lado teníamos un (permitidme la expresión) “cantabrismo santanderino” que se asumía de manera natural, sin una carga reivindicativa o política y el de aficionados que llegaban de otras partes del país, como “Los Corocottas”, de los Corrales de Buelna, que hacían gala de un cantabrismo abiertamente nacionalista. Era una época de efervescencia en la que se aprovechaba cualquier símbolo relativo a Cantabria o a los colores de la enseña, para mostrar ese cantabrismo. Valga como ejemplo que incluso las Juventudes Verdiblancas, fundadas en 1986, mostraban una bandera de Japón por llevar los colores blanco y rojo. En aquella época cualquier símbolo, si era susceptible de pasar por cántabro, se hacía pasar por cántabro. La ausencia de mercadotecnia propia propiciaba este tipo de “apropiación cultural”.

En aquella época cualquier símbolo, si era susceptible de pasar por cántabro, se hacía pasar por cántabro.

El gran salto y el asentamiento definitivo del cantabrismo en El Sardinero llega con la inauguración de los nuevos Campos de Sport, en 1988. En una decisión sin precedentes, el por aquel entonces alcalde de la ciudad, Manuel Huerta, decide que la inauguración corra a cargo de Real Madrid y Everton. Las reacciones no se hacen esperar y las muestras de rechazo por la no invitación al equipo titular del estadio, el Racing, se sucedían en la prensa escrita.

Huerta tuvo que recular en su decisión, y decide que Racing y Oviedo jueguen el primer partido que anteceda al programado Real Madrid – Everton. Ahí, merced a ese agravio para con el equipo de la ciudad, sucede algo impensable hasta aquel entonces. La afición que se agolpaba en la grada norte anima sin cesar al Everton. Podríamos decir que esa es la espoleta definitiva para que el cantabrismo estalle en El Sardinero.

El sentir de aquellos jóvenes nos lo cuenta uno de los miembros fundadores de Juventudes Verdiblancas, que prefiere mantener el anonimato: «Éramos racinguistas y cántabros, nada más». En los años 90 va a suceder un hecho que sería determinante para la consolidación del cantabrismo. Juventudes Verdiblancas traslada su sede social al local de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), independientemente de la ideología de los peñistas de manera individual, la pertenencia a Cantabria estaba más que asumida por todos ellos. «La cosa penetra fácil, gente del Racing y cántabra, con chavales del Racing y cántabros… era un movimiento natural», nos dice este fundador. Lo más interesante es que la gente asume lo cántabro como propio de manera inherente, no hay ningún “asalto” por parte de partidos como el PRC o el extinto PNC, ni siquiera de la propia ADIC; sino que es algo que simplemente está ahí y los racinguistas interiorizan.

Hasta ese momento en la simbología cántabra, ya abiertamente presente y más estructurada que los anárquicos comienzos –bandera de Japón incluida–, predominaba la estela de Lombera; es a partir de la estancia en ADIC cuando la estela de Barros, base del Lábaru, empieza a predominar en los Campos de Sport. «Sobre la simbología es curioso que, hasta que nos trasladamos a ADIC, la estela que usábamos era la de Lombera. Es allí donde, a raíz de los estudios que ya empezaban a ser numerosos y detallados; y el material que vendía ADIC, cambiamos a la de Barros. De hecho, una de las primeras pancartas de JJ.VV. era una copia de la de los de Corrales [Los Corocottas], sólo que en verde y blanco, en vez de la polaca [sic]»nos relata otro asiduo a las gradas como Carlos Calderón.

Durante los años 90 la idea de apoliticismo en los grupos de animación del Racing se ve comprometida por varias escisiones. Una de ellas es la del grupo Lábaru Sur, que muestra abiertamente una ideología de izquierdas e independentista.

A finales de los 90 el Lábaru ya es de uso mayoritario y normalizado en el feudo racinguista. Pese a que desde sectores políticos cercanos a la extrema derecha se quiera poner a este símbolo como referencia del independentismo, es un abandera que el pueblo cántabro –y en este caso la afición del Racing– toma como propio, independientemente de filias o fobias políticas.

En la actualidad, los Campos de Sport siguen siendo un feudo de ese cantabrismo inclusivo y ya se han podido ver “tifos” exaltando la cantabricidad del Racing y su afición, incluso utilizando nuestra lengua. El Lábaru con los colores verde y blanco también es una bandera que se ve con mucha frecuencia en la casa del racinguismo.

TORRELAVEGA Y EL CANTABRISMO REIVINDICATIVO

El cantabrismo en Torrelavega se desarrolla de una manera bastante diferente al visto en Santander. La Gimnástica siempre ha sido –y sigue siendo– el perfecto reflejo de lo que es Torrelavega.

Hablamos con el comunicador y veterno seguidor gimnástico, Juan Ruiz, que establece el auge del cantabrismo en las gradas de El Malecón «a principios de los años 90, cuando la Gimnástica se estabiliza en 2ºB, e iría asociado a la aparición de esas peñas de animación, que empiezan a llevar a los partidos banderas, gaitas...». Es importante contextualizar este auge dentro de la grave crisis industrial de la ciudad, sobre todo por el posible cierre de Sniace (1992-94). En esa época son continuas las manifestaciones, se producen graves incidentes en la ciudad así como el encierro de los trabajadores. Una época muy convulsa en Torrelavega que se trasladó al carácter reivindicativo de las gradas de El Malecón.

Es innegable que la capital del Besaya siempre ha sido el motor y feudo de la izquierda en Cantabria, en contraposición a una Santander más sometida al conservadurismo. Esa tendencia de izquierdas se traslada a los aficionados del club y más concretamente, a sus peñas de animación. «"Orgasmos del Besaya”, por ejemplo, fue fundada por punkis de Torrelavega: Juanillo, Carli (hermano de Poti, el bailarín) y había gente de La Burla, Kloakao...» puntualiza Juan Ruiz.

Celebración de un tanto gimnástico con los aficionados

El carácter reivindicativo de la afición blanquiazul y la asunción por su parte del cantabrismo también va en relación, nos cuenta Juan, al sentimiento de agravio en la relación Santander – Torrelavega. Así nos lo explica: «Desde Torrelavega siempre se ha acusado a Santander (entiéndase Gobierno de Cantabria) de practicar políticas muy centralistas y de discriminar a la ciudad. La aparición de símbolos cantabristas llevaba aparejado recordar el mensaje de que nosotros también somos cántabros, que la región no se terminaba en Peñacastillo. “Cantabria somos todos, no sólo Santander” se cantaba siempre en El Malecón a los poderes políticos y mediáticos de la región, y no se referían únicamente al tema futbolístico».

Por otra parte, el factor cultural también ha tenido peso en el desarrollo del cantabrismo para los hinchas blanquiazules. Juan nos dice que Torrelavega «siempre ha sido una ciudad muy asociada a la música tradicional cántabra, en su versión más “seria” como el Coro Ronda Garcilaso, Santa María de Solvay, las Danzas de Tanos... o en una versión más “folk” con la creación de la Escuela Municipal de Folklore o la aparición de grupos como Luétiga».

Así pues, vemos con la afición blanquiazul cómo el cantabrismo también caló y se asumió como propio, por otros cauces a los que se sucedieron en la capital del país. Los casos de Santander y Torrelavega son claramente muestra de ese termómetro social que comentaba en el inicio del reportaje.

Santander y Torrelavega, ambas con aficiones cantabristas y a la vez antagónicas… ¿antagónicas? Quizás hay algo en lo que racinguistas y gimnásticos llegaron a estar de acuerdo.

Viene de: [BLOQUE 5 | ARTÍCULO 24] El largo camino de la reivindicación del cántabru

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[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 22] Historia del movimiento ecologista en Cantabria

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El deporte: Punta de lanza del cantabrismo
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